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Al llegar al puente del Real pasó por entre los tranvías y carruajes, que, parados en la obscuridad, parecían mirar al gentío con los encarnados y redondos ojos de sus faroles. El magnífico panorama reanimó a Juanito.

Si hay una columna en la tienda la revisten de corsés encarnados, negros y blancos, y con los refajos hacen graciosas combinaciones decorativas. Dio Jacinta de cara a diferentes personas muy ceremoniosas. Eran maniquís vestidos de señora con tremendos polisones, o de caballero con terno completo de lanilla.

Y bien, repuse: si nada te ha dicho esa mujer, ¿cómo sabes que yo la he dado dinero? Anoche, cuando usted se alejó con ella, apagué mi farol y me fui detrás: esperé a que saliesen ustedes del café, los seguí y vi que entraban en esta casa. Esta mañana cuando la señora Adela me enseñó dos papeles encarnados, cuando leí... ¿Sabes leer?

Los dos objetos son parientes. «Pero señora, esas piedras brillantes son de una finura incomparable. Ciertamente, mas el coral es suave; tiene la suavidad del cutis á la par que su color. A los dos minutos de llevarlo, paréceme mi misma carne, mi propio ser. »Señora, hay encarnados más bonitos. Doctor, no me prive usted de éste, pues le quiero. ¿Por qué? Los fabricantes de mundos.

El aperador había criado a Gaspar y se lo imaginaba siempre, desde que se marchó, rozagante y mofletudo, vistiendo un uniforme nuevo con adornos encarnados. Y al verle de distinto modo, todas sus ideas habían venido a tierra. En tal momento Hullin, alzando la voz, dijo: ¿Y nosotros, Gaspar, nosotros, tus antiguos amigos? ¿Nos vas a dejar en blanco?

Tócame ahora decir algo de los estudiantes irlandeses, con tanto más motivo, cuanto que, estando todavía nosotros en aquel magnífico patio, bajaron de dos en dos la amplia escalera del edificio, seguidos de un sacerdote; pasaron á nuestro lado, mirándonos con disimulo y poniéndose más encarnados que la grana, y se dirigieron á la contigua iglesia.

La amargura de los celos le acibaró el corazón; las lágrimas brotaron en abundancia de sus ojos. Cuando vió á solas á Nicolasa, con los ojos encarnados de llorar y con voz trémula le dijo: ¿Conque cedes al amor de D. Casimiro? ¿Conque vas á casarte? ¿Conque me matas? Calla, tontito mío, contestó ella. ¿Á qué vienen esas quejas? ¿Te he engañado yo jamás? No; no me has engañado.

Por la noche, mojados hasta los huesos, encontramos un albergue, medio taberna, medio cabaña, que se llamaba el Reposo del Cazador. Era una choza, con las paredes y el tejado cubiertos por completo de hiedra, con dos ventanas con cortinillas rojas, iluminadas por la luz interior. Parecía aquella cabaña la cabeza hirsuta y peluda de un monstruo, con sus dos ojos encarnados.

Ambos venían encarnados, risueños y extraordinariamente locuaces. Los ojos les brillaban con fuego alegre y malicioso, que llamó la atención de sus amigos. Ahí va un cigarro, D. Martín dijo el joven presbítero, ofreciéndole uno de acreditada vitola, igual al que él estaba chupando voluptuosamente.

Cenarás lo que te den replicó ella pasando de la pena al enfado . Es una mala educación pedir lo que no hay. El año pasado dijo Mariano con rudeza y desdén mi tía la Sanguijuelera tenía besugo, y pimientos encarnados, y turrón de frutas, y lombarda, y una granada de este tamaño. Yo me la comí toda. ¡Estaba más rica...!». Ceñuda y pensativa, Isidora puso la mesa.