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Uno de los de a caballo, hablando con su compañero, le dijo: -Paréceme, señor Vivaldo, que habemos de dar por bien empleada la tardanza que hiciéremos en ver este famoso entierro, que no podrá dejar de ser famoso, según estos pastores nos han contado estrañezas, ansí del muerto pastor como de la pastora homicida.

Los dos objetos son parientes. «Pero señora, esas piedras brillantes son de una finura incomparable. Ciertamente, mas el coral es suave; tiene la suavidad del cutis á la par que su color. A los dos minutos de llevarlo, paréceme mi misma carne, mi propio ser. »Señora, hay encarnados más bonitos. Doctor, no me prive usted de éste, pues le quiero. ¿Por qué? Los fabricantes de mundos.

-Paréceme, señor mío, que todas estas desventuras que estos días nos han sucedido, sin duda alguna han sido pena del pecado cometido por vuestra merced contra la orden de su caballería, no habiendo cumplido el juramento que hizo de no comer pan a manteles ni con la reina folgar, con todo aquello que a esto se sigue y vuestra merced juró de cumplir, hasta quitar aquel almete de Malandrino, o como se llama el moro, que no me acuerdo bien.

Yo puedo creer que dice una cosa y otro puede leer otra muy diferente. Pero á juzgar por lo largo de las líneas, paréceme que se trata de unos versículos de la Biblia. No estás tu mal versículo, camarada, dijo Simón moviendo la cabeza negativamente.

En estas razones y pláticas se iban entrando por una selva que fuera del camino estaba, y a deshora, sin pensar en ello, se halló don Quijote enredado entre unas redes de hilo verde, que desde unos árboles a otros estaban tendidas; y, sin poder imaginar qué pudiese ser aquello, dijo a Sancho: -Paréceme, Sancho, que esto destas redes debe de ser una de las más nuevas aventuras que pueda imaginar.

¡Por el filo de mi espada! exclamó Simón. Paréceme, amigo Tristán, que de este viaje no veremos á España; ni tampoco mi cobertor de pluma, que por fortuna se halla en buenas manos. Trece flechas me quedan y que me ahorquen si una sola de ellas no da en el blanco.

Escupía Sancho a menudo, al parecer, un cierto género de saliva pegajosa y algo seca; lo cual visto y notado por el caritativo bosqueril escudero, dijo: -Paréceme que de lo que hemos hablado se nos pegan al paladar las lenguas; pero yo traigo un despegador pendiente del arzón de mi caballo, que es tal como bueno.

Será esta una lucha que durará mientras vivamos; hay en vos, Dorotea, una fuerza tal para conmigo, que me siento arrastrado; vuestro amor es un amor tal que me enloquece; os miro, y paréceme que no sois una criatura mortal; para una fría despedida yo no hubiera venido, os lo aseguro, y os aseguro también, que si no alcanzo completamente vuestro amor, vuestra confianza, vuestra alegría, vuestra posesión... mirad, Dorotea, estoy embriagado, loco; no me desesperéis hasta el punto de que ponga á prueba vuestro amor.

No lo ; pero en mis momentos de duda amarga, cuando mis faros simpáticos se oscurecen, cuando la corrupción yanqui me subleva el corazón o la demagogia de media calle me enluta el espíritu en París, reposo en una confianza serena y me dejo adormecer por la suave visión del porvenir de la América del Sur; ¡paréceme que allí brillará de nuevo el genio latino rejuvenecido, el que recogió la herencia del arte en Grecia, del gobierno en Roma, del que tantas cosas grandes ha hecho en el mundo, que ha fatigado la historia!

Paréceme oír esta pregunta, que es de estilo cuando se escucha contar algo de cuya exactitud dudan los oyentes.