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Sin hacer el menor caso de aquellas voces, el músico seguía pulsando las cuerdas, fija la mirada en el ahumado techo, como tratando de recordar la letra de su canto. Luégo entonó con ronca voz una de las canciones más obscenas de la época, con visible aprobación de la mayoría de sus oyentes.

En no pocas ocasiones, el P. Enrique había lucido, en sentir de sus oyentes, una elocuencia conmovedora; pero jamás produjo tan honda impresión en los ánimos como la noche del Domingo de Resurrección. Incitado D. Anselmo, después de otros menos importantes ataques, llegó a decir lo que sigue: Todo es hablar de caridad y devoción, pero, bien mirado, no se ve en vosotros sino egoísmo.

El príncipe, como si adivinase sus pensamientos, añadió: Todo eso ha terminado: no si por muchos años ó para siempre... Y aunque vuelvan á ser las cosas algún día como fueron antes de la guerra, ¡cuánto tendremos que esperar!... Tal vez muera yo antes... Por eso voy á hacer una proposición. Se detuvo un momento, apreciando la curiosidad en los ojos de sus oyentes.

Estos inconvenientes, mayores son en el juyzio de qualquier mediano entendimiento que el que se sigue, de que los oyentes sin levantarse de un lugar, vean, y oygan cosas sucedidas en muchos dias: pues ansi como el que lee una historia en breves planas, sin passar muchas horas, se informa de casos sucedidos en largos tiempos y distintos lugares, la comedia, que es una imagen y representacion de su argumento, es fuerza que quando le toma de los sucessos de dos amantes retrate al vivo lo que les pudo acaecer, y no siendo esto verisimil en un dia, tiene obligacion de fingir passan los necessarios para que la tal accion sea perfeta que no en vano se llamo la Poesia pintura viva, pues imitando a la muerta está en el breve espacio de vara y media de lienço pintado lexos, y distancias que persuaden á la vista á lo que significa, y no es justo que se niegue la licencia que conceden al pincel, á la pluma, siendo esta tanto mas significativa que essotro quanto se dexa mejor entender el que habla articulando silabas en nuestro idioma, que el que siendo mudo explica por señas sus conceptos.

El exnovicio se pasó el dorso de la mano sobre los labios y mirando á la pared de enfrente entonó la canción pedida con un vozarrón tremendo. Al concluir lo saludaron sus oyentes con una tempestad de aplausos y gritos, y Tristán agarró el vaso de cerveza que halló más cerca y lo vació de un tirón.

Ya veis, amados oyentes míos, cómo no siempre es piadoso dar de buen grado al César todo lo que parece suyo.

Declararon los oyentes, de todo corazón al parecer, que no había en el nombre nada de feo ni de raro, y, sin convencerse de ello, continuó don Adrián: Tampoco en Madrid dio un mal paso en su carrera: buenas notas siempre, mucho fruto... porque aquí, en la botica, le iba descubriendo yo cuando venía a pasar las vacaciones... y al mismo tiempo haciéndose un chicazo como un trinquete... no muy grande; pero bien cortado... eso es, y fuerte... y guapo, ¡qué caray!... y dócil y risueño que daba gusto.

Echáronse á reir sus oyentes, á tiempo que llegaba la patrona con dos grandes jarros de vino y cerveza y tras ella una sirvienta con platos y cucharas que distribuyó á los parroquianos. Dos de éstos que vestían el verde sayo de los guardabosques retiraron el caldero del fuego é hicieron plato á los restantes y todos atacaron con apetito el humeante potaje.

¡Que cante el virola! gritaba uno de los oyentes. ¡Tu madrina! contestole el guitarrero, que en efecto tenía los ojos más torcidos que una encrucijada. Cantá ché lo que has arreglao pa la Guardia Nacional.

Una composición en forma dramática, tan notable como rara, es la que se titula Las cortes de la muerte, á las quales vienen todos los estados; y por vía de representación dan aviso á los vivientes y doctrina á los oyentes. Llevan gracioso y delicado estilo. Dirigidas por Luis Hurtado de Toledo al invictissimo Sr. D. Phelipe, Rey de España y Inglaterra, su señor y Rey. Año de 1557.