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El sol hacía brillar su almete y las mallas de su cota y sobre el hombro se veía la extremidad del enorme arco de guerra. Junto á él estaba el gigantesco Tristán, llevando todavía la raida vestimenta del batanero de Léminton. Momentos después siguieron ambos su camino y Roger tomó á buen paso el de la granja de su hermano.

Sordo fragor en sus entrañas ruge Al despeñarse el agua del torrente, Cual si arrastrase en rápida corriente De un mundo el esqueleto colosal. Y allá en su cima los eternos hielos Brillan como el almete de un guerrero, Cuando cubierto de fulmineo acero Se atrevido su creston ondear.

Bien dice el refrán que entre bonete y almete se hacen cosas de copete. Las campanas se echaron a vuelo, el teatro volvió a funcionar, los vecinos abandonaron el luto, y Lima se entregó a fiestas y regocijos.

Un momento, camarada, que yo soy perro viejo y cómo se hacen estas cosas. Lo primero es poner mi casco en la punta del arco. abres la puerta lentamente y yo presento el cebo á esos canallas, si por ventura están ahí esperando degollarnos. Así lo hicieron, y no bien se abrió la puerta y asomó por ella el almete, recibió éste un tremendo tajo y estallaron los gritos de los asesinos.

Cuando Sancho oyó llamar a la bacía celada, no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de su amo, y calló en la mitad della. ¿De qué te ríes, Sancho? -dijo don Quijote. -Ríome -respondió él- de considerar la gran cabeza que tenía el pagano dueño deste almete, que no semeja sino una bacía de barbero pintiparada. ¿Sabes qué imagino, Sancho?

-Paréceme, señor mío, que todas estas desventuras que estos días nos han sucedido, sin duda alguna han sido pena del pecado cometido por vuestra merced contra la orden de su caballería, no habiendo cumplido el juramento que hizo de no comer pan a manteles ni con la reina folgar, con todo aquello que a esto se sigue y vuestra merced juró de cumplir, hasta quitar aquel almete de Malandrino, o como se llama el moro, que no me acuerdo bien.

38 Y Saúl vistió a David de sus ropas, y puso sobre su cabeza un almete de acero, y le armó de coraza. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo experimenté. Y echando de David aquellas cosas, 40 tomó su cayado en su mano, y se tomó cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y con su honda en su mano se fue hacia el filisteo.