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Entonces Miguel ya no fue dueño de , y de improviso, en un momento de silencio, soltó el trapo de la risa, y con él a chorretazos por boca y narices la cucharada de sopa que acababa de tragar. Todos los rostros se volvieron con asombro. ¿De qué te ríes, Miguel? le preguntó su tía. ¡De , recontra, de ! gritó Enrique desesperado.

¿Hasta el pueblo?... Juancito lo puede acompañar. Convenido, y que esto quede entre nosotros, ¿eh?... ¡Don Ricardo, ni que hablar! ¿Ché, Melchor, dónde pusiste los diarios que trajimos?... ¿Por qué te ríes? ¡Pero, hombre!... ¡Recién se te ocurre leerlos!... ¿Y los has leído?... ¡Casi no los leía allá!... ¡y voy a venir a la estancia para ocuparme en eso!... ¿Y para qué los trajiste?

Cuando Sancho oyó llamar a la bacía celada, no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de su amo, y calló en la mitad della. ¿De qué te ríes, Sancho? -dijo don Quijote. -Ríome -respondió él- de considerar la gran cabeza que tenía el pagano dueño deste almete, que no semeja sino una bacía de barbero pintiparada. ¿Sabes qué imagino, Sancho?

Vamos, Miguelito, no llores, tonto.... Si tu tío te quiere mucho..... No tomes a mal lo que te dice..... Si él..... eres un buen chico, ya lo , y lo saben todos..... Eres incapaz de reírte de Enrique porque le hayan pegado..... ¿Verdad que no te ríes de eso? Miguel se abstuvo de hablar, porque no quería mentir, ni tampoco llamar feo a su primo.

«¡Qué alegre está el tiempo! ¿De qué te ríes?». Me río de ti... ¡Qué curiosos son estos hombres! ¡Virgen María!, todo lo quieren saber. Claro, y tenemos derecho a ello. No puede una salir a compras... Dale con las tiendas. Competencia con mamá y Estupiñá; eso no puede ser. no has ido a compras. Que . ¿Y qué has comprado? Tela. ¿Para camisas mías? Si tengo... creo que son veintisiete docenas.

Por eso Gabriela me gusta para . ¿Te ríes? Ya lo veo; te ríes tristemente. Ya te entiendo; piensas que eres pobre, y que por eso no puedes aspirar a ser amado de esa niña. Pues bien, si hoy eres pobre, acaso mañana serás rico. ¡Y aunque no lo seas! Pobre, muy pobre, más pobre de lo que eres, por tu familia, por tu educación, por todo, eres muy digno de ser esposo de Gabriela.

Ríete, lucero, que cuando te ríes me alumbra el sol á la medianoche. Y si otra vez me pongo guasón, como hace poco, me dices: «Manolo, cierra el pico y déjame el alma quieta», ó si quieres, hija de mi alma, me das un lapo con esta mano rica que beso con tu permiso... y con el del dueño del establecimiento. Y estampó en ella, efectivamente, tres ó cuatro besos. Soledad la retiró riendo.

El enamorado Jacinto llega á tu presencia y con voz apagada te pide el escapulario. Entonces, empujando á Maripepa que iba á tu lado, le dices: «Dale el tuyo, querida, que el mío ya lleva sobrados besos». Jacinto se ve obligado á besar el escapulario de la horrible coja, mientras ríes malignamente. La romería del Carmen.

Para camisas tuyas, ; pero te las hago chiquititas. ¡Chiquititas! , y también te estoy haciendo unos baberos muy monos. ¡A , baberos a ! , tonto; por si se te cae la baba. ¡Jacinta! Anda... y se ríe el muy simple. ¡Verás qué camisas! Sólo que las mangas son así... no te cabe más que un dedo en ellas. ¿De veras que ?... A ver ponte seria... Si te ríes no creo nada.

¡Te ríes! exclamó el loco con voz cavernosa . Pues haces mal en reírte... Este matrimonio es lo único que puede salvar de la ruina que amenaza tanto a ti como a tu casa y a todos los tuyos... Ahora mismo mis ejércitos van avanzando... Son innumerables... Cubren gran parte de la Tierra... ¿Qué podéis vosotros contra ?