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Ulises quiso decir que también era éste su viaje, pero tuvo miedo á la doctora. Además, la excursión era en un vehículo alquilado por ellas, y no le concederían un asiento. Freya pareció adivinar su tristeza y quiso consolarle. Es un viaje corto. Tres días nada más... Pronto estaremos en Nápoles. La despedida en Salerno fué breve. La doctora se abstuvo de indicarle su domicilio.

Ella, grave y silenciosa, volvió á entregársela. Pero tanto llegó á enfadarle aquella prueba de afecto, que se puso nerviosa y un día le dijo bruscamente: Mira, suéltame la mano. ¿Por qué? preguntó él tímidamente. Porque me dan calor las tuyas, ¿sabes? Velázquez, confuso, hizo lo posible por echarlo á broma, pero se abstuvo en adelante de molestarla. Todavía era feliz, sin embargo.

Genoveva nos acompañó a casa del padre Tomás, que, felizmente para nosotras, tiene la indignación menos fácil que la abuela. El cura escuchó con atención las explicaciones de Genoveva, la cual se abstuvo, sin embargo, de hablar de mi deseo de encontrar un alma hermana. Un poco sorprendido al principio, movió largo tiempo la cabeza antes de responder... Era seguro que vacilaba.

Siguió un silencio prolongado, durante el cual Melchor sintió cien veces impulsos de sacar del bolsillo el telegrama de Clota, pero se abstuvo temeroso de provocar preguntas que no deseaba satisfacer.

Lo lamentaba como algo ilógico y extemporáneo, mas no por esto había dejado de interesarle la suerte del príncipe. Si se abstuvo de ir á Villa-Sirena, fué por no parecer entrometido. Varias veces había hablado con el coronel, encargándole que saludase al príncipe de su parte. Luego, como si se arrepintiese de la severidad con que juzgaba aquel duelo, dió explicaciones.

El rostro de la joven se oscureció repentinamente y, retirando su mano, profirió con acento desdeñoso y colérico á la vez: Mira, déjame de casorios... Como he vivido hasta ahora seguiré viviendo... sin honra, pero libre... muy libre, ¿sabes? Velázquez quedó confuso, anonadado. Conociendo el temple de su querida, se abstuvo de insistir.

Quiso continuar, pero no pudo; cayó sobre su silla como un saco, y Serafina, orgullosa de aquella oratoria inesperada y de la discreción con que su amante se abstuvo de aludirla, le felicita con un apretón de manos y otro de pies más enérgico.

Al entrar Antoñico, Velázquez le clavó una mirada cargada de odio y de amenazas que no pasó inadvertida para aquél. Se abstuvo cuidadosamente de acercarse al grupo donde el majo estaba, y al cabo de unos instantes se escabulló sin ser notado.

No procuró confirmarlos, primero porque no le importaba, y después porque una vez confirmados se vería obligado a despreciarla, y no quería que una mujer que tanto se parecía a su madre en la figura fuera un ser despreciable. Se abstuvo de pedir noticias de ella. Contentóse con satisfacer siempre que podía aquel extraño deseo de renovar su dolor, de conmoverse hasta derramar lágrimas.

Después de haberse enterado de la conversación entre el fraile y Doña Blanca, el Comendador se abstuvo de tomar una resolución precipitada.