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El preferido de la buena señora era el Duque, porque el testamento del difunto Rey lo había hecho dueño y señor de las posesiones reales en Zenda y del castillo, que se elevaba majestuosamente sobre escarpada colina al extremo del valle, a media legua escasa del hotel. Mi huéspeda no vacilaba en decir que sentía no ver al Duque en el trono, en lugar de su hermano.

Llegó la ocasión ineludible de cambiar el cuarto en que vivían por otro más modesto y barato. Doña Francisca, apegada a las rutinas y sin determinación para nada, vacilaba. La criada, quitándole en momentos tan críticos las riendas del gobierno, decidió la mudanza, y desde la calle de Claudio Coello saltaron a la del Olmo.

Algo de extraordinario debía de haber pasado durante su ausencia, y la fuga de Graciana había sido notada. La sirviente tuvo un acceso de nervios muy común entre las francesas y no se atrevió a entrar: colgada del brazo de Alejandro, tiritaba de miedo. El pardo vacilaba también, y caballeresco como era, no se atrevía a comprometer ni a abandonar a Graciana en la puerta.

Y a fin de que no se le inficionase también el alma pura y superior de la amiga y ministra que había encontrado y que era su regalo y consuelo, quería doña Inés que Juanita fuese monja, o sea, transplantar la flor del campo abierto y sin defensa al huerto cerrado y defendido; pero como al propio tiempo se complacía y deleitaba con tener a Juanita cerca de , vacilaba aún y retardaba el día en, que pensaba obligar a Juanita a retirarse al claustro.

Persistía, pues, con firmeza en su plan, pero lo retardaba, y mientras lo retardaba lo iba completando en sus pormenores, consultándolo todo con el padre Anselmo. Decidió doña Inés pagar ella el dote de Juanita. Sobre lo que vacilaba aún era sobre el convento en que debía ponerla.

Don Cayetano podía oírlo todo, pero doña Anuncia hubiera preferido metáforas y perífrasis. «El desarrollo contenido», «la crítica y misteriosa metamorfosis», «la crisálida que se rompe», todo eso estaba bien; pero el médico añadía unos detalles que doña Anuncia no vacilaba en calificar de groseros. «¡Qué gentes trataba mi hermanodecía poniendo los ojos en blanco.

El fantasma vacilaba, se anegó poco a poco su cuerpo en la penumbra, la blancura del rostro empezó a diluirse y al fin se extinguió también la apariencia de las manos juntas. Pero todavía por un minuto osciló el crucifijo, suspenso en el claror de la luna. Al día siguiente, recordando esta visión, dudó si la había soñado.

Este hombre conocía su secreto: era el único á quien había hablado del aprovisionamiento de los sumergibles alemanes. ¡Mi pobre Esteban!... ¡Mi hijo! No vacilaba en establecer una fatalista relación entre la muerte de su hijo y aquel viaje ilegal, cuya memoria le pesaba como un pecado monstruoso. Pero Tòni fué discreto.

La generosidad del Comendador humillaba su orgullo, y por más que trataba de empequeñecerla ó de afear y envilecer sus causas fingiéndoselas vulgares, absurdas ó caprichosas, dicha generosidad resplandecía siempre y la ofendía. La voluntad de Doña Blanca era de hierro: pocas personas más pertinaces y firmes que ella; pero su espíritu vacilaba y no se aquietaba jamás.

Vacilaba ya la confianza de D. Jacinto Rodriguez, y empezaba á temer á los mismos que habia llamado: juntó á los indios, y despues de prevenirles se mantuviesen solo un dia en la villa, ofreció les daria de las cajas reales un peso á cada uno, cuyo hecho se egecutó al siguiente dia 15, sin mas autoridad que su antojo: y convenido con los oficiales reales, abrieron las puertas del tesoro del Rey, y extrageron cuatro zurrones, y mandándolos juntar de nuevo, se les cumplió lo prometido, y se les hizo entender por medio del cura, que no habia necesidad se mantuviesen dentro de la poblacion, y que recibido cada uno el peso, se retirasen á sus estancias.