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Por cuya causa juzgó el Comandante, que era preciso mudarla para la parte del N en que habia terreno alto y á donde no podrian llegar las crecientes: lo que se egecutó inmediatamente, y se queda trabajando en un fortin de 55 brazas en cuadro, con su foso para cubrir las provisiones, gente y pertrechos, de alguna invasion que intenten los indios, en que se montarán algunos pequeños cañones.

Por el seguimiento del enemigo que hicimos en la invasion que se egecutó en esta frontera del Saladillo, y la presente expedicion de 12 de Junio, se ha logrado la ventaja de haberles descubierto á dichos enemigos, los carriles, y desentrañádoles en parte sus habitaciones, para mejor lograr castigarles en lo sucesivo: mayormente con la vaquia que se ha tomado, de que se carecia en tantos años, como que ni aun los capitanes fronterizos conocian el parage de las Tunas que se está fortaleciendo.

El comandante de Montevideo, D. Domingo Santos Uriarte, vizcaino, egecutó cuanto estuvo de su parte para el avio de la gente y de los misioneros, con la presteza posible.

Informámonos del estado y calidad de toda la provincia, y nos volvimos á las naves; y bajando por el rio Paraná, llegamos á la provincia de los Cambales, donde hallamos cartas de Alvar Nuñez, en que nos mandaba ahorcar al cacique, que se llamaba Aracaré como se egecutó. Accion que dió despues causa á una guerra tristisima: con lo cual nos volvimos el rio abajo á la Asumpcion.

Con esta noticia, mandó dicho Comandante tomar caballos para marchar, lo que se egecutó inmediatamente, pasando muchas quebradas, hasta que al tiempo de ponerse el sol, estando mudando caballos, llegó la partida que habia tirado hácia el Tandil y Volcan, sin novedad alguna: y haciendo estos la misma diligencia, luego que concluyeron mandó dicho Comandante repartir entre los indios las divisas que para este fin llevaba, y así á cada indio de los de bolas se le dió una banda blanca de platilla para que pusiesen como turbante, y á los de lanza se les dió para que pusiesen en ellas como bandera, y de esta suerte fuesen conocidos de nosotros en la refriega.

El Comandante General nombró á D. Antonio Ternero, Sargento Mayor del regimiento del Cuzco, para que con 80 fusileros subiese á castigar su atrevimiento: lo que egecutó este oficial bizarramente, matando doce rebeldes, y quitándoles algunos caballos y mucho ganado lanar que condujo al campo; y poco despues se supo por cuatro prisioneros, que los vecinos del pueblo de Santa Rosa eran los mas afectuosos distinguidos parciales de las glorias de Tupac-Amaru, y que le habian acompañado en sus mas árduas empresas, con lo que determinó el General castigarlos, y para este intento se puso en marcha para dicho pueblo.

En cuyas alteraciones y etiquetas, suscitadas indebidamente en tan críticas circunstancias, pasaron algun tiempo: hasta que fué creciendo el cuidado, con motivo de haber mandado la Audiencia secretamente, y sin el conocimiento que le correspondia á Flores, prender al reo Tomas Catari, lo que egecutó D. Manuel Alvarez en el Asiento de Ahullagas, en virtud del auto proveido en acuerdo reservado que se celebró con todo sigilo, atropellando las prudentes disposiciones del Virey, y desairándole cruelmente, porque tal proceder era opuesto á sus providencias y á las facultades que tenia concedidas á aquel Comandante.

Y para escarmiento de aquellos infieles vasallos se dispuso tambien que D. Gabriel de Aviles saliese la misma noche á la cabeza de un destacamento bien reforzado, con la órden de que al amanecer el siguiente dia, se hallase en la falda de una montaña en que se habian situado para rodearla, y tratarlos con todo el rigor de las armas, como efectivamente lo egecutó, matando mas de 100 y quitándoles muchas mulas, caballos y lanzas, sin haber perdido un hombre de nuestra parte, ni haber sido posible acabar con ellos porque huyeron precipitadamente por caminos tan ásperos y pantanosos, que era inutil seguirlos para alcanzarlos.

Lo que nunca pensó hacer el poder colosal de España durante su larga dominacion en el Nuevo Mundo, lo egecutó un pobre religioso, que en su fragil canoa se lanzó entre un enjambre de bárbaros por una senda desconocida.

Todo se egecutó como estaba prevenido, empezando la bulla de los peones mineros en aquel lugar, á la hora señalada.