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Por cierto que hubiera jurado yo que en el apretón de manos y en la mirada con que despidió Lita a Neluco en la penumbra del pasadizo, en el cual iba el médico el último de todos, había mucho del picante de mis sospechas.

¿No entiende todavía? dijo al fin. Ni una palabra... murmuré aturdido, tan aturdido, como puede estarlo un adolescente que a la salida del teatro ve a la primera gran actriz que desde la penumbra del coche mantiene abierta hacia él la portezuela... Pero yo tenía ya casi treinta años, y pregunté al médico qué explicación razonable se podía dar de eso. ¿Explicación? Ninguna.

Efectivamente, había cerrado la noche, y el príncipe la vió perderse en la penumbra de la calle por donde había llegado; una calle sin otra luz que la de un macilento reverbero azul. Pensó un momento en cerrarle el paso, suplicante y humilde... No iba á verla más: estaba convencido de ello. Pero al mismo tiempo tuvo la percepción de la inutilidad de su insistencia.

Reyes abrió la puerta, procurando evitar el menor ruido. Para él era el teatro el templo del arte, y la música una religión. Se sentó con movimientos de gato silencioso y cachazudo; apoyó los codos en el antepecho y procuró distinguir los bultos que como sombras en la penumbra cruzaban por el oscuro escenario.

Todo el pasado surgía ante sus ojos con extraordinaria claridad, como si hasta entonces se hubiese mantenido borroso, en una confusión de penumbra. La tierra amenazada de Francia era la suya. Quince siglos de historia habían trabajado para él, para que encontrase al abrir los ojos progresos y comodidades que no conocieron sus ascendientes.

Media hora; ya llevaba media hora hablando y aún no había comenzado de veras el discurso. Ahora lamentaba que la Cámara estuviese vacía. ¡Tan bien que marchaba aquello!... Frente a él, en la penumbra de la tribuna diplomática, seguía moviéndose el abanico, distrayéndole con su aleteo. ¡Diablo de señora! Bien podía estarse quieta.

La muerte de su padre permanecía envuelta para Adriana en una penumbra de lejano misterio. Había llegado a la sospecha, luego a la certidumbre, de un suicidio. El episodio se remontaba a los primeros años de su infancia.

Caía una lluvia fina cuando fue a apostarse en la calle de Serranos, cerca de la casa donde trabajaba la joven. A las ocho la vio salir, andando con su paso ligero y gracioso, rozando la pared y casi oculta en la penumbra de un alumbrado macilento, que en vez de luz parecía esparcir tinieblas. Bien comenzaba la entrevista.

Le parecía ahora imposible que hubiese podido vivir en la penumbra ó bajo la luz artificial, mascando una atmósfera malsana, á las mismas horas en que este jardín extendía ante el mar su magnificencia silvestre y luminosa. Hay muchas cosas bellas en el mundo continuó para las cuales no se necesita dinero. ¡Pensar que si no hubiésemos perdido no estaríamos aquí! Casi es mejor ser pobres.

La gente de los alrededores es muy buena dijo Magdalena después de una pausa, saliendo de la penumbra. Los hombres de la bifurcación del río dieron vueltas por aquí, hasta que comprendieron que no me hacían maldita la falta, y las mujeres ¡son tan bondadosas!... no han venido una sola vez.