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Desde el día en que llegó el telegrama dándole cuenta de la muerte de su protegido, era otra mujer. Spadoni atribuía á un exceso de buen corazón este dolor tan vehemente por un joven soldado que no pertenecía á su familia. El profesor aprobó, pero con un aire enigmático.

Unas, veces se decía que estaba detenido en Lancia: telegrama a Lancia reclamándolo. Otras, que no había pasado de Valladolid: telegrama a Valladolid. Otras, que no había salido de Madrid: telegrama a Madrid. Don Rosendo juró en esta ocasión que no encargaría más papel a Madrid, y lo haría traer de Bélgica.

Mientras que los criados acudían al oír aquel grito siniestro, la señora de Latour-Mesnil, desatinada, se arrojaba sobre su hija, y al mismo tiempo que le prodigaba sus cuidados, levantaba febrilmente el telegrama. Esto fue, lo que leyó: «Soignies, tres y media. »El señor Jacobo, herido mortalmente, acaba de sucumbir. Luis

Aquí tiene usted la partida de nacimiento de Raúl Carlos, nacido del matrimonio que contrajeron irregularmente en Inglaterra miss Juana Dodson y el conde Raúl de Candore. Y vea usted el telegrama dirigido a la señorita Blanca de Candore en el día de su boda, y que me acuso de haber interceptado para evitarle un dolor inútil añadió sencillamente la empleada.

Toma y lee dice, ceñudo, Apolonio, alargando despectivamente a Belarmino, como si fuese su sentencia de muerte, el telegrama que acaba de recibir. Después de haber leído el telegrama de Apolonio, Belarmino saca de la chaqueta otro telegrama, que entrega a Apolonio. Luego abre los brazos, mira al firmamento, y suspira: Toma y lee. ¡Bendito sea Dios!

No, y, sin embargo, crees en el telegrama que te llena de gozo. Pues así es la gracia: maravilloso su origen, secreto su camino; su fin, dulcísimo. Créeme, hermano, el hombre sin la idea de Dios, es aspa de molino sin viento que lo mueva, fuego sin aire que lo sople.

Cuando llego a Madrid está cayendo un agua menudita, cernida, persistente. Son las ocho. El cielo está sombrío. Entro en mi cuarto, sin aliento, fatigado. Dejo la capa y el sombrero. Voy a acostarme un rato. Y al ir a entornar las maderas del balcón veo sobre la mesa un papel azul. Un papel azul doblado y cerrado no puede ser más que un telegrama. Yo alargo la mano.

De Julieta respondió con igual asombro doña Juana ; de Julieta, que debe de haber huído de casa anoche o esta mañana muy temprano.... Pues ¿de qué otra cosa venías a hablarme ? Doña Juana no obtuvo respuesta a esta pregunta, porque su marido cayó al suelo como un tronco, sin soltar el telegrama que llevaba en la mano.

En este sentido se han dado ya las necesarias instrucciones al inspector de Chaumont. ¿Le parece a usted bien? ¡No podíamos desear más ni mejor! exclamó Simón. Es muy equitativo, y todos los usuarios aceptarán con alegría sus proposiciones. He aquí el telegrama oficial prosiguió Francisco sacándolo de uno de sus bolsillos.

Su vitalidad exuberante, su fuerza impulsiva, consumíanse en obscuras aventuras y estúpidos derroches, de los que hablaban luego en la isla con admiración los compañeros de estudios. Viviendo en Barcelona, recibió un telegrama anunciador de que su madre estaba enferma de gravedad. Tardó dos días en embarcarse: no había un buque pronto a zarpar. Cuando llegó a la isla, su madre había muerto.