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¿La esperábais á ella? dijo Dorotea con la voz apagada de quien sufre un dolor agudo. Os confieso que... señora... me sorprende... dijo trastornado don Juan. ¿Os sorprende que yo sea la primera mujer que penetra por vos en este horrible encierro? ¡No sabíais, no habíais podido saber cuánto yo os amaba! ¡cuánto era capaz de hacer por vos! ¡pues sabedlo, os traigo vuestra libertad!

Junto a las cenizas de la hoguera apagada, nos detuvimos un momento, y mi marido colocó dentro de cada uno de los zuecos doce sueldos, y mis hijas un puñado de confites que habían guardado para merendar.

Ese tontuelo de don Mariano no ha de tener ojos ni seso cuando no te elige a ti, que pareces mandada hacer para él!... ¡Los dos sois generosos y tranquilos, los dos aficionados a la lectura y a la música, los dos de una edad correspondiente!... Dejando pasar otra pausa, y con voz todavía más apagada, dijo Laura: Pues ya lo ves, él te ha elegido... y me ha desairado.

El alemán repite a cada instante el clásico Donnerwetter! con voz apagada, y otras interjecciones que empiezan o terminan con el teufel! Yo procuro entreabrir los ojos, hago un esfuerzo y veo un momento, un décimo de segundo, la profunda pared líquida, veteada por fugitivos rayos de luz. Un instante más, y nos asfixiábamos. ¡Con qué delicia respiramos a la salida!

Pues él fue quien cerró los balcones y encendió la tenebraria y el primero que se puso a rezar a Santa Bárbara. Godofredo estaba inquieto, porque la plática se inclinaba demasiado a la murmuración. Así que, bajando los ojos con suave expresión de mansedumbre, dijo en voz apagada: A uno y a otro les ha de juzgar Dios. A nosotros no nos toca más que compadecerlos y hacerles todo el bien que podamos.

Sus ojos se cerraron, y dulcemente fue cayendo en un sopor, sin ensueños, sin delirio, en la blandura gris de la nada, como si su pensamiento se durmiese antes que su cuerpo. Cuando volvió a abrir los ojos ya no era roja la luz que alumbraba la habitación. Vio el candil colgado en el mismo sitio, con la mecha negra y apagada.

¡Volvía a Madrid, te llamaba, te escribía!... observó Jacinta, sentándose al borde del lecho, la mirada fija, apagada la voz. Es decir, hacía que me escribieran, porque la pobrecilla no sabe... «Pues señor, no hay más remedio que ir allá». Cree que tu pobre marido iba de muy mal humor.

Llegados al patín que cerraba el grave claustro, Nucha señaló a un pilar que tenía incrustada una argolla de hierro, de la cual colgaba aún un eslabón comido de orín. ¿Sabe usted qué era esto? murmuró con apagada voz. No respondió Julián.

¡Infeliz! ¡Se ha dejado morir de hambre! dijo el jugador con sorpresa. Así se llama esto repuso la mujer con voz apagada. Se acostó de nuevo, y volviendo la cara hacia la pared, entró en una rápida agonía. Aquel día enmudecieron el acordeón y las castañuelas, y se olvidó la Iliada y sus héroes.

Esto me hizo tan feliz como si hubiera recibido un magnífico presente. Esa noche, me costó mucho trabajo esperar el momento en que me encontraría en mi cama, con la vela apagada.