United States or Afghanistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


El Mosco consideraba como enfermos a sus débiles compañeros, fatigados por la marcha. Al otro lado del arroyo, Isidro y el señor Manolo vieron que el camino se deslizaba, tortuoso, entre dos altas vallas de plantas espinosas. El Mosco les ordenó que arrojasen los cigarros; ya no podrían fumar hasta la vuelta: entraban en terreno enemigo.

Hubo una pausa y Manolo volvió á decir: Dame otro medio. Con la misma calma y silencio, Soledad se levantó de nuevo y escanció otro vaso, que el joven apuró instantáneamente.

Velázquez recorrió las calles sin participar de esta alegría como otras veces. Llevaba en su alma el peso de la cólera y el despecho. Estuvo en la calle Ancha, donde la animación era más grande y las máscaras se apiñaban con preferencia. Allí tropezó con Manolo Uceda, quien le invitó á entrar en la cervecería á beber una copa de Jerez.

¡Qué mal gusto! exclamó la condesa . Gorda como una barrica de aceite y bizca por añadidura... ¿Pero Manolo no se había casado con ella por el dinero? Todo el mundo pensaba eso y él mismo no se ocultaba para decirlo. Ahora al cabo de seis años resulta que se pone loco perdido por ella y tiene unos celos atroces de Marquina. ¡Válgate Dios! ¡Después de tanto tiempo como llevan de relaciones!

Sólo en Matanzuela y en muy contados cortijos podía penetrar Manolo sin infundir alarma y encontrar resistencia. Rafael miraba al acompañante del buhonero creyendo reconocerle, pero sin determinar en su memoria quién era.

Vaya, vaya con este perdis decía D. Baldomero mirando mucho a su amigo y pariente y no atreviéndose a decir que le encontraba muy desmejorado . Siempre tan extranjerote. No quiere nada con nosotros dijo Barbarita, examinándole la ropa . Mira, mira que levita gris cerrada... y botines blancos... Pero, Manolo, ¡qué zapatones usan por allá! Esos guantes pasarían aquí por guantes de cochero.

Sentose en un banco, y desde entonces, sin dejar de atender a sus devociones, no le quitaba ojo al señor de Moreno, sin poder explicarse su presencia en la parroquia. «Es lo que me quedaba que ver decía , D. Manolo aquí... ¡él, que no tiene religión! Es que gusta de ver las buenas imágenes... Por ahí empecé yo».

Salió de la tienda Uceda y necesitó esperarla cerca de media hora paseando por la muralla. Al fin llegó y echaron á andar emparejados. Era ya noche completa: los faroles de la ciudad estaban encendidos. El mar rugía sordamente, batiendo su recinto amurallado. Y cuando venga la gente de la reunión ¿qué les dirá el chico? preguntó Manolo. Que me dolía la cabeza y estoy en mi cuarto durmiendo.

No les duró mucho el regocijo, porque oyeron el reloj de la Puerta del Sol dando las diez, y ambas mudaron súbitamente la expresión de su rostro. «Las diez, ya veremos si viene dijo Guillermina, que aún conservaba resplandores de alegría en su cara . Prometió venir; pero esa palabra no debe de ser tan de fiar como la de Manolo».

Estas reflexiones hicieron olvidar su inquietud al señor Manolo, lanzándose cuesta abajo, desde las alturas de su federalismo ideal, a la práctica aplicación de lo que él llamaba, por antonomasia, «el programa». El día en que el Estado de Castilla sea autónomo, se acabará este escándalo. En las orillas del Manzanares haremos unas huertas, que me río yo de las de Valencia y Murcia.