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Una, para consolarse, recordó malignamente al ingeniero Torrebianca. ¡Y será capaz de venir esta tarde con los queridos de su mujer!... Parece imposible que un hombre sea tan... ciego. Deben marchar de acuerdo los dos.

¡Poco apoco! interrumpió Marenval, un poco desconcertado al ver aquel furioso ataque y creyendo haber dicho demasiado. Usted era injusta al acusarme de no tener fe en la inocencia de Jacobo. Bien sabe usted que le he defendido con la energía de un hombre á quien el mundo englobaba malignamente en la catástrofe ocurrida. , en aquellos momentos vi en toda su desnudez la canallada de los hombres.

Había sonreído, había contestado á las primeras preguntas con una modestia graciosa, fijando sus ojos malignamente cándidos en los oficiales sentados detrás de la mesa presidencial y en los otros hombres con uniforme azul encargados de acusarla ó de leer los documentos de su proceso.

Vió de pronto el rostro de la muerta puesto de perfil, con un ojo que se torcía hacia él graciosa y malignamente, lo mismo que Ojo de la mañana debía mirar á su dueña mientras desarrollaba sus danzas misteriosas en la vivienda asiática. Ulises concentró su atención en la sien pálida del fantasma, cosquilleada por la caricia sedosa de sus bucles.

Bailaba con la ingenuidad, con el desinterés, con la casta desenvoltura que distingue a las mujeres cuando saben que no las ve varón alguno, ni hay quien pueda interpretar malignamente sus pasos y movimientos. Ninguna valla de pudor verdadero o falso se oponía a que se balancease su cuerpo siguiendo el ritmo de la danza, dibujando una línea serpentina desde el talón hasta el cuello.

El enamorado Jacinto llega á tu presencia y con voz apagada te pide el escapulario. Entonces, empujando á Maripepa que iba á tu lado, le dices: «Dale el tuyo, querida, que el mío ya lleva sobrados besos». Jacinto se ve obligado á besar el escapulario de la horrible coja, mientras ríes malignamente. La romería del Carmen.

Unas veces se entretenía malignamente en atortolarle, en ponerle colorado, mostrándose viva y desenvuelta como una chula: otras se placa en seguirle el humor apareciendo melancólica, dirigiéndole miradas tímidas como una colegiala: otras, en fin, le trataba con tierna familiaridad, enterándose de su vida, de sus actos y sus pensamientos, como una madre o una hermana cariñosas.

Y es mucha picardía que no le den siquiera un realito diario para aguardiente sugirió malignamente la Comadreja. ¡Aaaa... guardiente! clamó la vieja acentuando el trémolo . ¡Diera Diiiios pan! Vamos, que un sorbito ya entró. Ni maldiito olor dél me llegó tan siquiera: y eso que a mis añitos, hiiigas... ya os gustará calentar el estómago que se pone como la pura nieve.

Yo creo que aún es tiempo, porque, aunque ha brotado la cizaña en esa tierra malignamente fecunda, con un buen sistema de educación podrá ser arrancada de raíz esa mala hierba, y aun expurgar y purificar la mala tierra dijo Salomé, que, desde el tiempo en que los poetas le dedicaban madrigales, había conservado gran afición á las alegorías.

Si hubiera sabido que mis inocentes atenciones con su hija pudieran interpretarse tan malignamente, me hubiera guardado bien de prodigárselas... En adelante procuraré ser más cauto... Pero, ¡Dios mío! añadió riendo. ¿Cómo es posible figurarse que un hombre de mis años pueda mirar a una niña como Ventura, sino con ojos paternales? Allá en el fondo, sentíase halagado de aquella suposición.