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Así lo hizo Lorenzo, a puro talón, ocupadas las manos en funciones previsoras, y cuando el tostado comprendió que se le ordenaba salvar el obstáculo, estiró una mano que, mientras doblaba la otra, fue bajando despacio, hasta afirmarla en el fondo de la zanja donde luego puso aquélla, quedando en la violenta posición consiguiente; aproximó en seguida las patas traseras una de las cuales metió en la zanja, que finalmente pasó tras contorsiones que dieron a Lorenzo la sensación de haber transmontado en dos trancos la mismísima cordillera de los Andes.

El conjunto de estos síntomas está caracterizado por una falsa flogosis, por úlceras fistulosas, por un accidente de gangrena en el pié, por la hinchazon roja del talon con punzadas quemantes, por sabañones rojos y dolorosos.

En lo más recóndito del pensamiento dejó que anidara la esperanza; en el fondo del corazón ocultó su amor a Juan, y en lo más seguro de su cómoda guardó el pequeño fajo de billetes de banco que cobró en Santurroriaga al presentar el talón firmado por su ex amante. Su vida fue desde entonces toda recogimiento y prudencia.

Bailaba con la ingenuidad, con el desinterés, con la casta desenvoltura que distingue a las mujeres cuando saben que no las ve varón alguno, ni hay quien pueda interpretar malignamente sus pasos y movimientos. Ninguna valla de pudor verdadero o falso se oponía a que se balancease su cuerpo siguiendo el ritmo de la danza, dibujando una línea serpentina desde el talón hasta el cuello.

Lorenzo siguió el consejo, pero notó que cada vez que le pegaba el tostado hacía un movimiento de encogimiento, que él consideraba como la amenaza de violencias alarmantes y en vez de acentuar disminuía la intensidad de sus rebencazos, hasta reemplazarlos por amables golpes de talón. ¡Péguele sin miedo, señor; si es de mañero! le decía Baldomero. Es que no anda...

Déme usted el talón y las llaves para que registren. ¿Cómo? ¿El recibo dice usted y las llaves? ¡Si todo lo llevaba consigo Miranda! No tengo nada de eso. En tal caso, está usted sin equipaje. Tendrá que quedarse aquí hasta que su marido de usted lo recoja. Lucía miró a Artegui, el rostro un tanto compungido, y casi instantáneamente soltó la risa. ¡Sin equipaje! repitió.

Dichas otras cuantas bromas, retiráronse las dos santas fundadoras, dejando al hereje con su médico. Iban tan contentas, que cuando entraron en el cuarto de Guillermina, a esta le faltaba poco para ponerse a bailar. «¿Pero de veras nos mandará el talónpreguntó Jacinta, incrédula. Como tenerlo en la mano... Has estado muy hábil... Como tiene conmigo tanta confianza, se pone muy pesado.

Me llevó á la estación, recogió los baúles de Juana con el talón que encontró en el saco, y tomándome un billete de primera, me puso él mismo en el tren de Boulogne. Viéndome allí en seguridad, me dijo: Vaya usted á parar al hotel del Casino y espéreme. Mañana por la noche llegaré para darle noticias. Partió el tren.

Tengo forzosamente que ir a París, desde donde te escribiré. Lo que no puedo decirte aún es cuánto tiempo estaremos separados. Me ha faltado valor para despedirme de ti. Si te veo no me voy. El cariño que te profeso me autoriza, sin que puedas ofenderte, para pensar en ti, por si tardo en volver, y te dejo ese papelillo, que es un talón contra el Banco: puedes cobrarlo aquí o en Madrid.

Así eran los negocios que el duque hacía, no tanto por interés como por impulso irresistible de su corazón. Salió furioso del despacho de su secretario, fuese a la caja y aprendiendo allí que iban a mandar a cobrar al Banco nueve mil duros de cuenta corriente, él mismo recogió el talón después de firmarlo.