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No se le pasó por las mientes que se pudiera necesitar al médico para curar algún mal; la experiencia le había hecho escéptico en este punto; ya suponía él que su mujer no estaba enferma; pero Dios sabía qué capricho era aquel, para qué se quería al médico a tales horas y cuál sería el daño, casi seguro, que a él, a Reyes, le había de caer encima a consecuencia de la nueva e improvisada y matutina diablura de su mujer.

Se le pasó por las mientes la idea de que la Gorgheggi fuera un gran capitán, un caudillo de amazonas de la moral, de mujeres de rompe y rasga; y ella iría a su lado como corneta de órdenes, como abanderado, fiel a sus insignias.

En realidad, le había interesado, aunque ligeramente, esta desconocida, rubia, alta, con un aspecto de vigor esbelto, de ágil soltura, como las gimnastas y las amazonas. Pues es «la Generala» continuó Castro, sin parar mientes en la falta de curiosidad de su amigo . Este generalato no hay que tomarlo en serio. Es un apodo cariñoso.

JUAN. Pues véngase conmigo, recibirá el dinero y verá mi casa y la comodidad que hay en ella para mostrar ese Retablo. CHANFALLA. Vamos, y no se les pase de las mientes las calidades que han de tener los que se atrevieren a mirar el maravilloso Retablo.

Especial deseo tenía yo de saber algo de Coletilla; y un día que la suerte me deparó un buen encuentro con don Claudio y sacamos á colación los sucesos que referidos quedan, me vino á las mientes Coletilla, y hablamos largamente de él. Ya el demonio se lo llevó me dijo mi amigo. Parece que aquel hombre excéntrico recibió el más horrible castigo que, dado su carácter, podría recibir.

Me los ofreció usted, y me pertenecen. Este tiempo de que usted será privado se agregará al mío. ¡Cómo! ¿Era éste el precio de tus servicios? »Otros los han pagado más caros. Ejemplo de ello es Fabert, a quien también concedí mi protección. »Calla, calla le dije. Eso es imposible... mientes... me estás engañando.

Si no le pasó nunca por las mientes obligar a rezar el rosario a un chico que iba a la Universidad y entraba en la cátedra de Salmerón, en cambio no le dispensó del cumplimiento de los deberes religiosos más elementales.

Cuando Sancho oyó llamar a la bacía celada, no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de su amo, y calló en la mitad della. ¿De qué te ríes, Sancho? -dijo don Quijote. -Ríome -respondió él- de considerar la gran cabeza que tenía el pagano dueño deste almete, que no semeja sino una bacía de barbero pintiparada. ¿Sabes qué imagino, Sancho?

¡Ah! ¡Confiesa usted!... fue lo único que pudo decir en el primer momento de confusión, sin poner mientes en la oportunidad de la pregunta; pero en seguida, dominándose: ¿Usted también confiesa? repitió, manteniendo el artificio que tan buen resultado le había producido. ¿A quién debo creer ahora? ¿Compiten los dos en generosidad hasta ese punto? ¿Cada uno se acusa para salvar al otro? ¡Noble competencia!

Verdad es que la salud de la comunidad había mejorado y eran pocas las camas ocupadas en la enfermería; pero en tan grande ventaja no paraban mientes los frailes, sino que andaban resentidos y furiosos contra el nuevo jefe. ¡Aguarles el vino! ¡Meterse á reformador sin consultar con nadie!