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En una de estas volteretas, llamó á la tía Roma, y metiéndose con ella en la alcoba la hizo sentar, y le dijo: Tía Roma, ¿crees que se salva el niño? Señor, será lo que Dios quiera, y nada más. Yo se lo he pedido anoche y esta mañana á la Virgen del Carmen, con tanta devoción que más no puede ser, llorando á moco y baba. ¿No me ve cómo tengo los ojos? ¿Y crees ...? Yo tengo esperanza, señor.

Sólo en la edad pueril, cuando a la sociedad se le cae la baba y vive bajo la férula del dómine, se comprende que exista y tenga prosélitos la institución llamada matrimonio, unión perpetua de los sexos, contraviniendo la ley de Naturaleza... ¿y a santo de qué?, vamos a ver... Eso , por encima de todo la Naturaleza.

Recuerde el lector esos viejos que conocerá, un decrépito que persigue a las bellas, y se roza entre ellas como se arrastra un caracol entre las flores, llenándolas de baba; un viejo sin orden, sin casa, sin método... el joven, al fin, tiene delante de tiempo para la enmienda y disculpa en la sangre ardiente que corre por sus venas; el viejo-calavera es la torre antigua y cuarteada que amenaza sepultar en su ruina la planta inocente que nace a sus pies; sin embargo, éste es el único a quien cuadraría el nombre de calavera.

Era cosa de caérsele á uno la baba el oir á dos marinos hablar entre en el caló, cuyas muestras he presentado; y si la conversación versaba sobre costumbres de lejanos países, como la costa de África, adonde iban algunos, ó Sierra-Leona, adonde los llevaban los cruceros ingleses, había para desternillarse de risa.

El mío no trae todas esas andróminas que él sabe.... ¡Cóncholes!, como quisiera entrarme á piscología ... ¡ más de ello! ¿Y cuándo cantas misa? añade la tía Simona cayéndosele la baba y mientras contemplan de hito en hito al estudiante sus dos hermanos. Mira que el lugar está perdío.... El señor cura es tan viejo....

Persistiendo en su metáfora pastoril, exclamó: , hija mía; mi dolor sería inmenso si por imprevisión y descuido te dejase yo caer entre las garras de la infame bestia que anhela devorarte y viese el cándido vellón de la cordera teñido en sangre y manchado con la impura baba del monstruo. Es menester que yo te defienda y te ponga en salvo. Por sola no puedo vigilarte.

Y entonces empezaba la lucha. Ella se defendía en silencio. Aunque él gritase, Fermín no acudía; pensaba que era una riña entre mineros. Además, le temían unos por fuerte, otros por hijo, y procuraban vencer sin que él se enterase. Pero nunca vencían. A lo sumo un abrazo furtivo, un beso como un rasguño. Nada. Paula despreciaba aquella baba.

Como artículo de lujo se permite a las niñas que se rían a su gusto con los chistes del Arcediano, el diplomático señor Mourelo, alias Glocester. Suelta el buen mozo torcido una gracia babosa, las niñas la ríen, al papá se le cae la baba también ¡mísero Carraspique! y tutti contenti.

Al terminar la conferencia, don Pedro le puso la mano en el hombro. ¿Y por qué no me da usted la enhorabuena, desatento? exclamó con aquella misma irradiación que habían tenido sus pupilas en Cebre. Julián no entendía. El señorito se explicó cayéndosele la baba de gozo.

Ese es un mote, y a mi no me gustan motes dijo D.ª Gregoria, que así se llamaba la mujer del valiente expedicionario de Portugal . Cuando nos mudamos aquí, y dieron los vecinos en llamarte Gran Capitán, bien te dije que alzaras la mano y regalaras un bofetón al primero que en tus propias barbas te dijera tal insolencia; pero , con tu santa pachorra, en vez de llenarte de coraje, se te caía la baba siempre que los chicos te saludaban con el apodo, y ahora Gran Capitán eres y Gran Capitán serás por los siglos de los siglos.