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Era una pólvora aquella criatura; buenísima en el fondo, con un corazón de cordera, pero arrebatada como pocas. Dejándola serenarse, incapaz de hacer daño a una hormiga, pero en un instante de cólera Dios sabe adónde podía llegar... Por supuesto añadió con un guiño malicioso que tiene a quien parecerse; porque usted, señor Ángel, que ordinariamente es una malva, ¡tiene un modo de dispararse!

6 y que él pagará la cordera con cuatro tantos, porque hizo esta tal cosa, y no tuvo misericordia. 7 Entonces dijo Natán a David: [eres] aquel varón. Así dijo el SE

Débil cordera, cuya blanca nieve Copo á copo formó naturaleza, Cándida ofrece al valle su pureza, Si á tanto armiño su verdor se atreve. Al cristal de un arroyo altivo mueve Lobo cruel su bárbara fiereza, Y la simple cordera la cabeza Inclina al agua y descuidada bebe.

¡Dábame mi alma que aquí la toparía! No te ha engañado. Cuando remate sus obligaciones, tiene de venirse conmigo. ¿Adonde? A la casona. Roja, no quiero verlos más, ni al padre ni a los hijos.... A los rapaces, no digo... Mas al señor mi amo fuerza es que le vea. Cordera, por ese mor vengo procurándola.

A su vez doña Paula guardó silencio y ocultó su rostro lloroso entre las manos. Transcurrieron algunos instantes. ¿Tiene alguna queja de ? ¡Qué ha de tener! ¿Quién podrá tener queja de ti, mi cordera? Entonces, si es que ya no le gusto o no me quiere, ¿qué vamos a hacer?... Más vale que me desengañe a tiempo. ¡Oh! gritó doña Paula rompiendo de nuevo a sollozar.

Así don Paco se durmió al fin con reposo y merced al silencio, y también se durmió Juanita, a la vera suya, como mansa cordera y no como fiera leona; suave y graciosa como Jerusalén y no terrible como un escuadrón de Caballería. Después de los sucesos referidos han pasado seis o siete años.

SANCHO. Yo lo conozco y lo creo. ¡Ay, que me muero de amor! ¡Ay, que me abraso de celos! ¿A cuál hombre ha sucedido Tan lastimoso suceso? ¡Que trujese yo a mi casa El fiero león sangriento Que mi cándida cordera Me robara! ¿Estaba ciego? estaba; que no entran bien Poderosos caballeros En las casas de los pobres Que tienen ricos empleos.

Cuando uno recuerda a Oala y a Oliba de Ezequiel, la Nana de Zola es una paloma sin hiel, es una inmaculada cordera.

Calle, calle, no se desconsuele. ¡Qué pecado había usted de cometer, cordera! , ; soy más mala de lo que piensas. Cuanta más luz recibo de Dios, más me empeño en hundirme en las tinieblas; cuantos más favores me otorga, más ingrata soy hacia

Entonces el tío Goro, después de colocar su pipa delicadamente sobre el escaño, desplegó con más delicadeza aún el precioso documento que guardaba en el bolsillo y lo acercó bien al candil: «Mis queridísimos padres... Ven acá, Nolo; arrepara qué modo de plumear tiene mi cordera... ¿Qué te parece esta M? ¡Vaya una letra maja! ¿Y estas otras menudicas que le siguen van bien ó no van bien?