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Hasta se parece en ese traje, según dice el maestro de capilla, que sabe mucho de tales cosas, a un tal Diente o no cómo, que hace siglos vivía en Italia y bajó al infierno, escribiendo su viaje en verso. Sonaron pasos en una angosta escalerilla de caracol que, perforando el muro, comunicaba el recibimiento con el piso superior.

El Tunnel es una cavidad practicada bajo las aguas del Támesis, separada apénas por una capa de tierra de 15 piés de espesor. La bóveda se compone de dos galerías paralelas, de muchísimas arcadas, con una longitud de 1,300 piés, y se desciende á las extremidades perpendicularmente, del nivel de las calles de Lóndres, por medio de enormes escaleras de caracol.

Cuando terminó el convite y se pensó en dormir, reapareció Sabel armada de un velón de aceite, de tres mecheros, con el cual fue alumbrando por la ancha escalera de piedra que conducía al piso alto, y ascendía a la torre en rápido caracol.

La buena señora le puso la suya, pálida y descarnada, sobre la cabeza, diciendo con lágrimas también en los ojos: ¡Pobre hijo mío! Aguárdame un instante. Voy a decir a ese señor lo que hace al caso. Subió la señora de Belinchón la escalera de caracol que conducía al piso segundo. Arriba tropezó con el ayuda de cámara de su huésped. ¿Qué hace el señor Duque? le preguntó.

Era una angosta escalera de caracol. Comencé a subirla, y no terminaba nunca... Es realmente curioso pensaba mientras subía que una casa tan baja, de dos pisos, tenga una escalera tan alta... como de diez... de veinte... de cien pisos...

Al tercero por la tarde, cerca de la hora del obscurecer, se le ocurrió a doña Paula subir a hacer una visita a su hija Ventura, que desde el traslado del Duque había vuelto a ocupar el piso segundo. Muy rara vez subía ya la buena señora la escalerilla de caracol. Pero aquel día se sentía más ágil, más desahogada del pecho.

Dicho esto, el Padre Ambrosio, tomando en la mano la lámpara que ardía sobre la mesa y sirviendo de guía, hizo entrar a Fray Miguel en la mezquina alcoba donde tenía su cama. Allí había en el ángulo formado por las paredes del fondo y lado derecho una estrechísima escalera de caracol, por donde ambos frailes subieron más de treinta escalones.

Guiñaba los ojos maliciosamente y reía como un fauno viejo, dándole con el codo a Rafael, que le escuchaba absorto. ¿Pero se queda aquí? preguntó el joven. ¿Acostumbrada a correr el mundo, le gusta este rincón? Nada se sabe de eso contestó don Andrés; ni el mismo Cupido pudo averiguarlo. Estará hasta que se canse. Y para aburrirse menos se ha traído la casa encima como el caracol.

Con esto y con que me hayan echado á perder la vianda de su majestad, no nos falta más. ¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! y quién me ha metido á mi en estas cosas. ¿Para qué diablos ha venido mi sobrino á Madrid? Y Montiño subía de dos en dos los peldaños de la estrecha escalera de caracol.

Y por la escalera de caracol subían y bajaban constantemente parroquianos, dando patadas que más parecían coces; y por aquella espiral venían rumores de disputa, el chasquido de las bolas de billar, y el canto del mozo que apuntaba. «Si se me permite dar una opinión dijo Feijoo, que empezaba a marearse con tanto barullo , voto con el pollo».