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Las niñas en vista de que Vetusta es andar de templo en templo con los ojos bajos; Madrid ir de museo en museo rompiéndose los pies y tropezando; el hogar un cuartel místico, con chistes de cura por todo encanto, resuelven libremente meterse monjas, para gozar un poco de... de autonomía, como dicen los liberalotes, que nos dan una libertad parecida a la que gozan las hijas de Carraspique.

Ronzal, alias Trabuco, aspiraba a la mano de una Carraspique, fuere cual fuere, porque su presupuesto de gastos aumentaba y el de ingresos disminuía; y don Francisco de Asís era un millonario que educaba muy bien a sus hijas. Pero el Magistral tenía otros proyectos. ¿Un impío Ronzal? preguntó asustado Carraspique. , un impío... relativamente.

Barinaga, con buenos modos, usando un lenguaje culto, que no era ordinario en él, se negó a las pretensiones del ilustre carlista y sincero creyente D. Francisco Carraspique.

«Todo es inútil... la Iglesia me ha arruinado... no quiero nada con la Iglesia.... Creo en Dios... creo en Jesucristo... que era... un grande hombre... pero no quiero confesarme, señor Carraspique, y siento... darle a usted este disgusto.

¡Señor mío! gritaba Ripamilán, mientras disolvía sal en el plato de doña Rufina batiendo el aceite y el vinagre con la punta de un cuchillo ; ¡señor mío! yo creo que el señor de Carraspique está en su perfecto derecho; y no de dónde le vienen a usted esas ideas disolventes, que en cuarenta años que llevamos de trato no le he conocido....

El Magistral venía a desahuciarlo. «Era un impío». ¿Un impío Ronzal? ¡Su amigo de usted! se atrevió a decir Carraspique. ; don Francisco, mi amigo; pero lo primero es lo primero. Yo sacrifico al amigo tratándose de la felicidad de su hija de ustedes. Una lágrima de las pocas que tenía rodó por el rostro de la señora de la casa.

No hay formalidad, no se puede discutir decía el Marqués ; este Quintanar aplaude ahora al otro y antes se llamaba liberal. ¿Pero qué tiene que ver? No quiere usted derribar la iglesia, pero quería exclaustrar a las hijas de Carraspique.... Una sencilla secularización. Víctor, Víctor, no disparates... se atrevió a decir sonriendo la Regenta. Son bromas advirtió el Magistral.

Leía con deleite los Caracteres de La Bruyère; de los libros de Balmes sólo admiraba El Criterio y ¡quien se lo hubiera dicho al señor Carraspique! en las novelas, prohibidas tal vez, de autores contemporáneos, estudiaba costumbres, temperamentos, buscaba observaciones, comparando su experiencia con la ajena.

El Magistral respiraba con fuerza, como aparentando ahogarse en aquel ambiente de necedad.... Quiso marcharse, sin ver a ningún clérigo ni seglar de los que esperaban en la antesala y en la oficina contigua... pero no pudo defenderse de las invasiones; el señor Carraspique asomó las narices por una puerta.... ¿Se puede? «¡Era Carraspique!». Adelante, hubo que decir.

Yo continuó Fortunato les dije que no se apurasen; que habrías comido en casa de Carraspique, o en casa de Páez; como los dos están de días.... Y eso habrá sido, ¿verdad? ¿Con Carraspique habrás comido? ¡No, señor! ¿Con Páez? ¡No, señor! ¡Mi madre... mi madre me trata como a un niño! Te quiere tanto, la pobrecita... Pero esto es demasiado....