United States or Equatorial Guinea ? Vote for the TOP Country of the Week !


Como observasen que sus ojos se humedecían, y que, mirando al suelo, y apoyado con ambas manos en el bastón, cargaba sobre éste todo el peso del cuerpo, meciéndose, le instaron para que se desahogara; pero él no debió creerlas dignas de ser confidentes de su inmensa, desgarradora pena. Tomando el dinero, dijo con voz cavernosa: «Si no lo tuvieras, Casiana, lo mismo sería.

Su cuerpo, fatigado por la mala noche y el cansancio de la espera, acabó por asimilarse el alimento, sumiéndose en una dulce languidez que no había sentido en mucho tiempo. Gabriel pudo adormecerse, y así estuvo más de una hora, inmóvil en el sofá, cortándose varias veces su desigual respiración con el estertor de la tos cavernosa, que no llegaba a desvanecer su sueño.

Me contaron tu hazaña continuó el viejo con su habitual entonación cavernosa, y cuando supe que el delincuente era hijo de mi hermana, la indignación y la vergüenza se apoderaron violentamente de . No creí que fueras perturbador del orden público. Si tal cosa hubiera sabido, te habrías quedado en el pueblo. Después he averiguado más.

Y la voz cavernosa de «Nietzsche», el cuñado de Pueyo una especie de Harpagón , que interrumpe, con «ritornello» de «miserere». ¡Acabarán por arruinarte, Gregorio! ¡Acabarán por arruinarte! Barriobero acepta el encargo y los cuatro duros, y escribió la novela, interesante y «documentaria», como él dice.

¡Te ríes! exclamó el loco con voz cavernosa . Pues haces mal en reírte... Este matrimonio es lo único que puede salvar de la ruina que amenaza tanto a ti como a tu casa y a todos los tuyos... Ahora mismo mis ejércitos van avanzando... Son innumerables... Cubren gran parte de la Tierra... ¿Qué podéis vosotros contra ?

¿Y si no es una calumnia? dijo con voz cavernosa, después de algunos minutos de meditación ¿si en efecto ella... olvidada de todo, le amase?... ella me escribió anoche... él trajo su carta... anduvo muy reservado en sus contestaciones... y es joven y hermoso... tiene esa figura, esa expresión... ese conjunto... esa alma... ese todo que tanto agrada á las mujeres... y la carta de la reina... me le recomendaba eficazmente... veamos otra vez esa carta...

Doña Martina soltó una carcajada estrepitosa, burda, que hizo arquear levemente las cejas a D. Bernardo. No lo estará V. nunca, si Dios no pone en ello la mano, ¡que ojalá la ponga pronto! Esa felicidad, primero le ha de tocar a don Facundo que a murmuró con voz cavernosa. Hojeda levantó la cabeza turbado.

De salud, bien. ¿Te vas resignando? le preguntó, siempre con la vista fija en el periódico y con un tono ligero que hirió vivamente a Miguel. No, señor contestó éste un poco picado. D. Bernardo se dignó levantar la vista hacia él manifestando sorpresa; tornó a bajarla y dijo en voz baja y cavernosa: Pues no adelantarás nada con atormentarte; hay que someterse a la voluntad de Dios.

Habla, hija mía, es preciso saber la verdad dijo la de Leiva . Tal vez tu culpa no sea tan grande como parece. ¿Saliste de buen grado? La presencia de doña María se conocía por su respiración que era como un sordo mugido. Luego oímos distintamente estas palabras que parecían salir de la cavernosa garganta de una leona: ... de grado... de grado.

La moribunda ya no veía: su respiración cavernosa era cada vez más pausada, pero el oído aún conservaba su poder. Era la última resistencia de la sensibilidad ante la muerte; prolongábase mientras el cuerpo iba cayendo en el abismo negro de la inconsciencia. Sólo restaban en ella los últimos y trabajosos estremecimientos de la vida vegetativa.