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Has hecho bien decía don Pablo Aquiles, te aseguro que me has tenido con el alma en un hilo, de pensar que irías... ¡imagina! después de veinte años, separados por un rencor cada vez más vivo, presentarse así, de sopetón, a pedir, ¡porque ibas a pedir, Casilda! no te hubieran dado nada, hija, y habrías sacado lo que el negro del sermón, ítem más, el amor propio herido.

Yo continuó Fortunato les dije que no se apurasen; que habrías comido en casa de Carraspique, o en casa de Páez; como los dos están de días.... Y eso habrá sido, ¿verdad? ¿Con Carraspique habrás comido? ¡No, señor! ¿Con Páez? ¡No, señor! ¡Mi madre... mi madre me trata como a un niño! Te quiere tanto, la pobrecita... Pero esto es demasiado....

Si hubieras sido , tampoco me habrías sacado los ojos. Que ... pillo... granujita. Vaya, no quiero saber más, no me cuentes más. ¿Para qué preguntas ? Si te digo que no la quería, te enfadas conmigo y tomas partido por ella... ¿Y si te dijera que la quería, que al poco tiempo de sacarla de su casa, se me ocurría la simpleza de cumplir la palabra de casamiento que le di?

Además, me disgustaba que supieras lo que hacía... ¿Qué habrías pensado de tu madrina si ésta te hubiera escrito: «Estoy empleada en casa de la señora Boel, una amable mujer que recibe desde las ocho de la noche hasta las tres de la madrugada a los caballeros que buscan un alma hermana metidita en carnes...?» Habrías dicho para tus adentros: «¡Es una perdida...!» Y no me hubieras contestado más.

¡Tiologías! gritó Fortunata exaltándose y moviendo los brazos como una actriz en pasaje de empeño . Si hubieras tenido tanto así de dignidad, me habrías pegado un tiro... No lo has hecho. Mejor para . Y otra cosa te digo. Si hubieras tenido un adarme de sangre de hombre, cuando viste a ese y a esa, les habrías pegado seis tiros, dejándoles secos a los dos. Pero no tienes sangre.

Ese juego se ha divulgado mucho realmente dijo Lorenzo. ¡Y entre qué gente! Casi no hay casa donde no se jueguen partiditas familiares, ché... a cinco pesos la caja, no más; ¡pero... con cada «metejón»!... ¿Qué ciudad es esta a que vamos llegando? ¿Esto?... esto... es Mercedes repuso Melchor, aquí podremos bajar un momento para estirar las piernas. Y en serio, Melchor, ¿habrías ido en la máquina?

Aún más, ¿por qué te faltan el orgullo y la fuerza? ¿Por qué no puedes decirle: «Refúgiate a mi lado; si tu corazón tiembla, en encontrarás nuevas fuerzas, velaré sobre ti y sostendré tus pasosHe ahí lo que habrías hecho , hermana; no, no me contradigas.

Algo tenía la infeliz joven en su cabeza que se lo confirmaba, inundándola de luz. Recordó frases y actos, ató cabos, y... nada, que era verdad, como hay Dios. El infeliz chico estaría todo lo enfermo que se quisiera suponer; pero lo que decía, verdad era. «¿Lo dudas todavíavolvió a preguntar él. No qué pensar... Maxi, Maxi, si me hubieras dado un tiro, me habrías matado menos.

Todo te lo dije en aquella época respondió ella; pero no querías creerme, querías por fuerza hacer mi felicidad; y más tarde, ¿por qué habría hablado? En el papel las cosas toman otro significado que el que se les ha querido dar; habrías concluido por ver en mis palabras un reproche a Roberto, quizá hasta a ti misma, y yo no podía dar lugar a semejante equivocación.

Con frecuencia me he representado la actitud que habrías tenido , con tu alta estatura; le habrías abierto los brazos para que pudiera refugiarse en ellos, como en un puerto donde las tempestades no se atreven a penetrar... pero, mírame y al decir esto dirigía una mirada de lástima a su cuerpo delicado y débil, cuyos flacos contornos se delineaban bajo la cobija. ¿Ese lenguaje no sería ridículo en mi boca?