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Y el sitio es tal, que ni hecho de encargo. ¿Se puede entrar en este aposento? añadió Quevedo, parándose en el fondo de la taberna delante de una puerta cerrada, y dirigiéndose á un hombre que desde el primer recinto de la taberna les había seguido admirado. ; , señor, con mil amores dijo aquel hombre . ¡Nicolasa! ¡la llave del cuarto obscuro! ¡tráete una luz!

5 Y aconteció que, desde cuando le dio el encargo de su casa, y de todo lo que tenía, el SE

Si su madre le faltara, yo me encargo de darle otra, y también abuela. Hijo mío, has venido al mundo con bendición, porque suceda lo que suceda, no estarás nunca solo. Déjeme usted que le vea otra vez. No me harto de mirarle. Quiero llevármele metido dentro de mis ojos. ¡Virgen del Carmen!, ¡qué lindísimo es...! Tiene a quien salir. Adiós, adiós».

Al saber que venías hoy, me encargó que subieses un momento á Begoña para ver á don Tomás, ese cura viejo que algunas veces nos visita. Y como creyese ver en la cara del doctor un gesto de disgusto, se apresuró á añadir. Anda, Luis; hazme ese favor. Piensa que son mis días y que hay que tener contentas á las señoras. Mi mujer y mi hija se alegrarán mucho.

El librero de la calle de la Industria pedía a Madrid algunas novelas de Paul de Kock por encargo de sus parroquianos, y el profesor de piano hacía análoga reclamación a los editores de música, de varias romanzas sentimentales con títulos apasionados como Vorrei morir, Tutto per te, Non posso vivere y otras de igual jaez, por empeño de sus discípulas.

Cárlos V legó á Felipe II el encargo de consagrar la memoria de la batalla de San Quintín por medio de un monumento que, bajo la advocacion de San Lorenzo, sirviese de mausoleo á los restos del emperador-fraile que tanto conmoviera al mundo.

Con frecuencia, el señor Hardoin traía el tributo de su rara erudición y de su juicio seguro a esas graves conversaciones y maduraba aquel joven cerebro al contacto generador del de los antiguos maestros. Latinista distinguido, fanático de Horacio y de Virgilio, el notario se encargó de las «Humanidades», con gran contento de la tía Liette, que pudo así conservar más tiempo a su pupilo.

Y Manuel Chaves cumplió su encargo tan liberalmente, que con aquella serie de Cosas ha podido componer el presente volumen, ya pasado en autoridad de cosa juzgada, y lo que es más, aplaudida.

Veamos ahora lo que dijo a Currito el Guapo, hallándose presentes las demás personas que hemos enumerado: Tu modo de proceder, amigo Currito, me tiene ya harto, y como soy alcalde no he de consentir que siga. Nadie te ha dado el encargo de vigilar y de celar a las muchachas y de hacer el papel, navaja en mano, de Catón censorino.

Federico... una aceitunita... No tome tanta mostaza, criatura, que le puede hacer daño. Resérvese para las perdices. Me consta que están riquísimas. ¿Quiere Burdeos?... Aguarde, yo me encargo de traerlo... Y se levantaba solícito, daba la vuelta a la mesa y traía un par de botellas que colocaba delante del mancebo. Se ha puesto usted muy bueno en Lancia.