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¡Ah! perfectamente replicó la vizcondesa , así nos juzgan ustedes... ¡no hay mujeres honradas!... y si se encuentra una de la que por casualidad no dudan ustedes... entonces es que ha nacido así como hubiera podido nacer tuerta... no hay mérito porque no ha habido ni tentación, ni lucha, ni nada... ¡Ay, Dios mío! ¡qué duro de oír es eso, y cuán ligeras, injustas y crueles son esas apreciaciones!

El viejo linajudo atraviesa la antesala y huye por el largo corredor lleno de resonancias. Todos se miran en silencio, con ojos de susto, y se acercan, uno a uno, al umbral de la alcoba que hiede a muerte. Allí agrupados dudan de entrar, como si continuasen oyendo aquellos pasos obsesos y viesen la sombra, en la sombra ir y venir. ¡Espanto en el alma me pusieron sus palabras! DO

»Luis me pregunta si lo amo: yo no cómo probárselo. »Me parece que ambos dudan, el uno de mi felicidad, el otro de mi amor. Ellos no insisten en pedirme seguridades, pero en sus miradas, leo una secreta ansiedad, como si creyeran que les oculto algo. ¡Todo eso porque mi marido tiene cuarenta y cuatro años! ¡Si tuviera treinta y cuatro, no dudarían!... »¡Qué placer! ¡qué placer!

Les pasaba lo que a muchas personas que se han tratado en la infancia y que después están años y más años sin verse. Resulta que cuando se encuentran dudan si hablarse o no, y al fin no se hablan, porque ninguna se decide a ser la primera.

Para distinguir, pues, los escritos legítimos de los espureos, se ha de atender la tradicion, y consentimiento de los otros Escritores, ó coetaneos ó poco posteriores, porque si estos están conformes se han de tener por legítimos; pero si dudan algunos, se ha de considerar entonces la calidad del que duda, y así podrá gobernarse el entendimiento para no errar en estas cosas.

Oh! el hombre es muy grande; y yo no querría otra cosa para convencer á los que niegan la ley del progreso, á los que dudan de la supremacía del hombre, á los que no tienen fe ni en Dios ni en el espíritu de la humanidad, no querría mas que hacerles dejar sus curules empolvadas, sus cátedras carcomidas por el tiempo, y traerles a la mitad del océano, donde este ser diminuto y débil como materia, este pigmeo armado de los rayos de Dios, que se llama el Hombre, se pasea tranquilo por en medio de un abismo agitado y terrible; fuerte por la posesión de una brújula, un cronómetro, un anteojo, y los resortes y las válvulas de una maquina de hierro que hace volar un barco sobre las ondas con la impunidad de la gaviota.

Pero, sea cuales fueran las imperfecciones que otros descubrieran en William, en el espíritu de su amigo era perfecto, porque Marner era una de esas naturalezas impresionables y que dudan de mismas que, en la edad de corta experiencia, admiran la autoridad y se forman un apoyo en la contradicción.

Esto obligó á S. Gerónimo á contarle entre los Escritores Eclesiásticos, y á tener por verdaderas las cartas de S. Pablo á Séneca; mas los Críticos modernos no dudan que son apócrifas.

No obstante es bien sabido que los filósofos disputan hasta sobre la existencia de esta idea, de suerte que siendo ella un tesoro infinito, los que le poseen dudan de su realidad: á la manera de los antiguos caballeros que hallándose en un soberbio castillo adornado con gran riqueza y esplendor, dudaban de si lo que estaban presenciando era realmente un castillo ó una ilusión producida por un hechicero.

Paréceme oír esta pregunta, que es de estilo cuando se escucha contar algo de cuya exactitud dudan los oyentes.