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Por muchos años el libro de Relaciones, memoriales y cartas de Rafael Peregrino, escrito con suma habilidad por el Secretario de Estado que fué de Felipe II para vindicarse de las acusaciones de los tribunales y darse por víctima paciente de injustas persecuciones, ejemplo lastimoso de la crueldad del sino, ha servido al juicio de su persona, andando de mano en mano impreso en todas las lenguas y en multiplicadas ediciones, no por apología hecha de puño propio, parafraseada y puesta en la trompeta de la fama por el autor mismo, antes por Retrato al vivo del natural de la fortuna de Antonio Pérez, como título que aplicó más tarde al libro, ya que pasaba sin objeción ni respuesta.

Hallándose á la cabeza del sistema social, como lo estaba el eclesiástico en aquella época, se encontraba por esa misma causa más encadenado por sus reglas, sus principios y aun sus prevenciones injustas. Como ministro del altar que era, el mecanismo del sistema de la institución lo comprimía inevitablemente.

Los Cristianos satisfacian religiosamente el tributo que se les habia impuesto para poder permanecer con sus iglesias, obispos y sacerdotes : y si bien habian sufrido despojos y exacciones injustas de parte de los gobernadores nombrados por los Califas de Oriente en los años pasados, la justificacion y buen nombre del hijo de Moavia estaban interesados en que la deseada cesion ó venta se hiciese sin asomo de violencia.

De todo lo que había visto y oído, y de los ingenios de los gitanos, quedó admirado Andrés, y con propósito de seguir y conseguir su empresa sin entremeterse nada en sus costumbres, o, a lo menos, excusarlo por todas las vías que pudiese, pensando exentarse de la jurisdición de obedecellos en las cosas injustas que le mandasen, a costa de su dinero.

Allí la bondadosa, la tierna y la delicada era Casilda, y por esta sola circunstancia era ella el pavo de la boda; sobre su humilde cabeza descargaban el mal humor del padre y las iras de los hermanos. Era tan poquita cosa, que se ahogaba en un dedal de agua, pero reconcentrada, como todos los caracteres tímidos, era a la vez rencorosa y no perdonaba fácilmente ofensas que considerase injustas.

Y con gran escándalo de su madre y de madó Antonia, que al asomarse le creían loco, permanecía echado de bruces y disparaba en esta posición, amaestrándose «para cuando le hiriesen». Pero como era hombre cortés, incapaz de injustas provocaciones, y su aspecto imponía respeto a los insolentes, transcurría el tiempo y el lance no llegaba.

Y Martí tomó asiento y escuchó tranquilo, de labios pálidos de cólera, alusiones injustas; y cuando fue a la tribuna él, y el público esperaba que se desatara en denuestos, que vaciara su ira sobre cuantos le eran contrarios, fueron sus palabras como voces de perdón.

Sentíase secretamente halagado de no deber sino a mismo la graciosa predilección de la viuda; se acusaba de sus injustas sospechas y, como para indemnizarla de ellas, esforzábase en mostrarse a su vez expansivo, amable, casi galante.

No pude, sin embargo, detenerme en esta idea; verdad es que recordaba haber oído á mi padre quejarse amargamente de los desastres que nuestra fortuna había sufrido durante la época revolucionaria; pero desde tiempo atrás estas quejas habían cesado, y por otra parte, yo siempre las había hallado demasiado injustas, pareciéndome nuestra situación de fortuna de las más satisfactorias.

Toda igualdad de condiciones es en el orden de las sociedades, como toda homogeneidad en el de la Naturaleza, un equilibrio instable. Desde el momento en que haya realizado la democracia su obra de negación con el allanamiento de las superioridades injustas, la igualdad conquistada no puede significar para ella sino un punto de partida. Resta la afirmación.