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En el período de poco más de un siglo que media entre Fidias y Praxiteles nacen en el suelo reducido de la Grecia centenares de escultores, la mayor parte desconocidos para nosotros, pero cuyas obras, carcomidas y mutiladas como salen de entre los escombros, nos llenan de admiración y alegría.

Veíase, en primer término, una voluminosa cómoda, compuesta de seis enormes gavetas con sus labores de talla junto á las cerraduras, y algunas incrustaciones un poco carcomidas; encima un mueble decorativo bastante viejo, que representaba una figura de Parca con una de las manos alzada en actitud de sostener algo; pero en lugar del reloj que en otro tiempo cargaba, sostenía en tiempo de Clara una caja forrada en papeles de color, la cual debía guardar utensilios de labor femenina.

La juventud estudiantil, esperanza de la patria, ha venido aquí una noche, armada de mazas y de picos, y la ha asaltado románticamente, pero la valla sigue incólume. Hasta las autoridades gubernativas se propusieron echarla abajo, sin que su gestión obtuviera éxito ninguno... Y ¿qué se puede esperar de un pueblo que, todo él, no logra demoler una pobre valla de maderas carcomidas?...

Como recuerdo de los personajes de blanca peluca y las damas de anchuroso guardainfante que habían pasado por ella, quedaban algunos bustos clásicos en los rellanos, una baranda de hierro forjada á martillo y varios farolones de oros borrosos y vidrios turbios. Se detuvieron en el primer piso, ante una fila de puertas algo carcomidas por los años. Aquí es dijo Freya.

¡Ved! La Muerte se ha erigido un trono, en una extraña ciudad que se levanta, solitaria, muy lejos, en el sombrío occidente, donde los buenos y los malos, los peores y los mejores han ido hacia la paz eterna. Allí los templos, los palacios y las torres torres carcomidas por el tiempo, y que no tiemblan nunca, no se parecen en nada a las nuestras.

Desde la calle, aquella casa hacía el efecto de estar inhabitada; tal era el abandono de sus paredes y el estado de sus puertas despintadas, casi carcomidas, y tan antiguas, que algunos de sus tableros exteriores debían haber sido pintados en tiempo de Rozas, porque, aunque sumamente descoloridos, se notaba que un día habían sido colorados.

Oh! el hombre es muy grande; y yo no querría otra cosa para convencer á los que niegan la ley del progreso, á los que dudan de la supremacía del hombre, á los que no tienen fe ni en Dios ni en el espíritu de la humanidad, no querría mas que hacerles dejar sus curules empolvadas, sus cátedras carcomidas por el tiempo, y traerles a la mitad del océano, donde este ser diminuto y débil como materia, este pigmeo armado de los rayos de Dios, que se llama el Hombre, se pasea tranquilo por en medio de un abismo agitado y terrible; fuerte por la posesión de una brújula, un cronómetro, un anteojo, y los resortes y las válvulas de una maquina de hierro que hace volar un barco sobre las ondas con la impunidad de la gaviota.

En mitad del taller de cigarros comunes se formó un corro y se alzó gran vocerío alrededor de la Mincha, barrendera vieja, pequeña, redonda como una tinaja, que bailaba vestida de moharracho, con dos enormes jorobas postizas, un serón por corona, una escoba por cetro, un ruedo por manto real, la cara tiznada de hollín, y un letrero en la espalda que decía en letras gordas: «Viva la broma». Incansable, pegaba brincos y más brincos, llevando el compás con el cuento de la escoba, sobre las carcomidas tablas del piso.

La cubierta de paja de la barraca apareció de pronto enderezada; las costillas de la techumbre, carcomidas por las lluvias, fueron reforzadas unas y sustituídas otras; una capa de paja nueva cubrió los dos planos pendientes del exterior.

En Aguirreche, en su cuarto, la tía Úrsula guardaba libros e ilustraciones con grabados, españoles y franceses, en donde se narraban batallas navales, piraterías, evasiones célebres y viajes de los grandes navegantes. Estos libros debían de haber estado en alguna cueva, porque echaban olor a humedad y tenían las pastas carcomidas por las puntas.