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Ahora dijo, plantándose delante de él es justo que me cumplas la palabra. Ahora... repitió él con voz lenta . La palabra.... ¡De casarte conmigo! Me parece que me sobra derecho para pedir.... Mujer... contestó Baltasar reposadamente, sacudiendo la ceniza del pitillo , no todas las cosas salen a medida del deseo.

Ni aun el tutor logró hacerle comprender lo desatinado de su conducta. Mira, nena le decía, estás jugando con fuego: afirmas que le quieres y al mismo tiempo te niegas a casarte; de modo que si se da a pensar en semejante contradicción... ¡Figúrate!

Gracias; la salud de Juan no me inquieta; apostaría que se nos va a presentar con alguna Gretchen; hay que ser alemana para consentir en llamarse señora Durand. Es como para afligir: ¡señora Durand! ¡mamá Durand! Todos los nombres pueden ser ridiculizados así... ¿Entonces , para casarte, tendrás en cuenta el nombre que llevarán tus tarjetas?

Es una insolencia ¡caramba! tanto para mi como para ese pobre mozo, que es tímido y a quien desconciertas por completo. El señor de Le Maltour no es una persona a quien se pueda tratar como a un títere, sobrina. Nadie te obliga a casarte con él, pero quiero que le trates con amabilidad. Bien sabe Dios si tienes buena lengua cuando quieres.

Por tu belleza, por tu talento y por la elevación moral de tu alma mereces casarte con un príncipe, dechado de todas las perfecciones. Por tu desventurado nacimiento, por la clase humilde a que perteneces y por la pobreza que te obliga a residir en este lugar, tendrás que quedarte soltera o tendrás que casarte con un labrador rudo y zafio.

Algunos días después de la representación de Aida, las dos hermanas habían tenido una larga conversación sobre la grave, la eterna cuestión del matrimonio. Madama Scott pronunció cierto nombre que provocó el rechazo más neto y más enérgico por parte de miss Percival. Y Zuzie, sonriendo, dijo a su hermana: Sin embargo, Bettina, te verás obligada a acabar por casarte.

No regales ligas á Soleá si quieres casarte con ella, ni tampoco tijeras... Evita las miradas de los tuertos... No des vueltas en la mesa al cuchillo, como sueles hacer, que tiene mala pata, ya te lo he dicho... Haz lo posible por no pisar carbón... Su rostro oscuro, expresivo, se dilataba con majestuosa expresión profética.

FELIC. Como yo os viera casado, No me diera ese cuidado, Que tantos sueños me quita. D. TELL. El ser aquí poderoso No me da tan cerca igual. FELIC. No os estaba aquí tan mal De algún señor generoso La hija. D. TELL. Pienso que quieres Reprehender no haber pensado En casarte, que es cuidado Que nace con las mujeres. FELIC. Engáñaste, por tu vida; Que sólo tu bien deseo. Salen SANCHO y PELAYO.

¿Serás capaz de negarte a cumplir los sagrados deberes de esposa y de madre sólo por no poder ser útil a tu tío? ¿Qué vas a responder cuando Dios te pida cuenta de tus actos? ¡Tienes que casarte, Antonia! Y cuenta que puedes tener aspiraciones muy altas. Aunque yo viva apartado de la sociedad no dejaré de conservar en ella mi influencia y mis amigos y podré proponerte un buen partido.

La hija del médico provocó las confidencias, diciendo a doña Luz: ¿Y por qué no has de casarte nunca? No te lo niego: yo conozco que es difícil, pero no imposible. Es difícil porque no hay en estos pueblos novio para ti, y porque no has de ir en busca de novio a las grandes ciudades.