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¡Pronto! dijo con sequedad el viejo, sentándose y tomando una carta que había sobre la mesa. La leyó; después tomó su capa y su sombrero, y dijo á las chicas: Voy á salir; tengo que hacer: no volveré en toda la tarde. Mi sobrino llegará esta noche á eso de las ocho: yo no vendré hasta las diez lo más temprano. Que me espere aquí.

Resolví, pues, decir por lo menos una palabra de despedida, y esperé con toda calma a que el viejo, que gemía y jadeaba todavía, estuviese lo bastante tranquilo para comprenderme. Entonces, dije: Debe usted encontrar natural, señor de Krakow... que con su salida contra mi amigo y contra su hijo, a quien quiero como si fuera mío, nuestras relaciones...

Dejé marcharse á mi amada y esperé á Juana, que llegó sonriente, vestida con un traje de seda gris y con un sombrero de flores azules que daba á su cabello oscuro y á su cutis pálido un brillo extraordinario. No pareció extrañar la ausencia de Lea, se quitó el sombrero, tiró los guantes sobre la mesa y se sentó á mi lado.

Yo no he visto todavía la cabeza ni como la presentan. El señor señalando á Juanito Pelaez nos dice que no se parece á las cabezas parlantes que se enseñan de ordinario ¡sea! Pero el principio es el mismo; todo es cuestion de óptica; espere usted, se pone un espejo así, un espejo detrás, la imágen se refleja... digo, es puramente un problema de Física.

Aquí tengo la lista exclamó prontamente Rufete haciendo ademán de sacar un papel. No, no saque usted la lista. Tampoco eso nos importa gran cosa ahora.... Nuestra sociedad cuenta ya con un brillantísimo contingente de personajes civiles. Espere usted insistió Rufete revolviendo sus papeles , aquí está. No.... ¡Con cien mil palitroques! tampoco nos hace falta ahora la lista de isabelinos.

Respecto a lo que me dices de esa muchacha inglesa que es tu novia, no creo que se haya dirigido a ella; pero si ves que la importuna, dímelo a : yo le llamaré a Machín y le diré algo importante. Me despedí del médico, que iba a entrar en una casa de la carretera, y me volví al pueblo. No las tenía todas conmigo. Cuando llegué a casa de Recalde, se abría la puerta. Esperé un poco.

146 Clamé a ti; sálvame, y guardaré tus testimonios. 147 Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra. 149 Oye mi voz conforme a tu misericordia, oh SE

El truhán de Ruperto la posó en tierra sin hacer caso de sus gritos, pero sin violencia; al contrario, la besó riéndose y le dio dinero. Después montó de un salto, a mujeriegas, y me esperó. Yo me detuve y le esperé a mi vez. Dirigió su caballo hacia , pero lo detuvo a corta distancia y alzando la mano preguntó: ¿Qué ha hecho usted en el castillo? He matado a sus tres amigos respondí.

Tiene la obsesión de París; le parece que lo van a sacar de donde está, que va a llegar tarde, que es mentira, un sueño de convención, ajustado entre los nombres para dar vuelta la cabeza a media humanidad... Así, ¡qué brillo en aquellos ojos, cuando le propongo que se vaya a París esa misma noche, con algunos compañeros, y que me espere allí!

Espere usted, Anita, que la acompaño murmuraba . Espere usted... puede ocurrírsele a usted algo. Encogiose de hombros Ana, y acortó el paso para dejar que se uniese Borrén. Emparejaron y caminaron en silencio por la carretera; Ana con los labios apretados y algo escalofriada y temblorosa, a pesar de ir muy arropada en el mantón.