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Porque el divino ingenio al levantado Valor de aquestos tres que el coche encierra, No hay impedirle monte, ni collado. Pasan volando la empinada sierra, Las nubes tocan, llegan casi al cielo, Y alegres pisan la famosa tierra. Con este mismo honroso y grave zelo, BARTOLOME DE MOLA, y GABRIEL LASO Llegaron á tocar del monte el suelo.

Con gran solicitud en su caballo Entre aquestos mancebos se señala En andar por las islas Caravallo, Y así por las espesura hiende y tala En medio de una selva, y Yanduballo Halló con Liropeya, su zagala: La bella Liropeya reposaba Y el bravo Yanduballo la guardaba.

Tambien habia muchos Guatataes, Que es gente muy amiga de cristianos, Y otros que se llaman Mogolaes, Que viven en esteras por los llanos; Aquestos, y tambien Coñamequaes, Est

De Tupì en el Brasil permanecieron Tupìes, y destotros que pasaron Guaranìes se nombran, y así fueron Guerreros siempres aquestos en la tierra, Que el nombre suena tanto como guerra.

Nadie por cierto lo sospechara. ¡Oh Señor, y cuántos de aquéstos debéis vos tener por el mundo derramados, que padecen por la negra que llaman honra lo que por vos no sufrirían!"

Venidos al real estos huidos, Despacha Juan Ortiz á priesa gentes: Con Pablo Santiago son partidos Diez ó doce soldados diligentes. Aquestos en un cerro estan subidos A vista del real, á valientes Y astutos en la guerra, y muy cursados, Estan con el temor acobardados.

Usan embustes, fraudes y marañas, Tambien tienen esfuerzo y osadía, Y así suelen hacer grandes hazañas, Que arguyen gran valor y valentía. A aquestos hacer cosas estrañas En tiempo que yo entre ellos residía: Y el que no me quisiere á mi escuchallo, Al de Toledo vaya á preguntallo.

De veinte mil pasaron, naturales, Que murieron á causa del estrago Que hicieron aquestos animales: Que en todo el Ubay dejaron pago De planta, ni maiz, ni sementales, Sin pasar por aquel tan crudo trago. Dejando desta vez tan asolada La tierra, que tardó de ser poblada.

Pues llega la comida y los cautivos, Y salen al encuentro luego todos: Estaban ya diez menos de los vivos, Y aquestos de dos mil suertes y modos. Los padres con los hijos son esquivos, Los unos y los otros como lodos Los rostros; manos, pies, todos temblando, Los ojos hácia el cielo levantando.

Despues de Irala muerto, se juntaron En una iglesia todos, y eligieron, De doce caballeros que nombraron, Los cuatro, cuyos nombres escribíeron: Por opuestos aquestos señalaron, Los vecinos sus votos aquí dieron. Salió Francisco Ortiz, el de Vergara, Que con hija de Irala se casára.