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O qué medio hay que nos cuadre? A una torre de mi padre Me pienso ir á esconder. Amigo, bien puedes irte, Que yo estoy tan flaco y laso De hambre, que un solo paso No puedo dar ni seguirte. Qué, no quies venir? No puedo. Si no puedes caminar, Ahi te havrá de acabar La hambre, la espada, ó miedo. Y voime, porque ya temo Lo que el vivir desbarata, O que la espada me mata, O que en el fuego me quemo.

El autor y cabeza principal de ella, Luis Laso de la Vega, era de casta de los cholos, mas español que indio, y se hallaba sirviendo en calidad de sargento de aquellas milicias, á quien acompañaba un génio audaz y algunas particularidades que le hacian distinguir entre los suyos.

"De la batalla sangrienta Presuroso sale Dario Habiendo para escaparse Del vencedor Alejandro..." Romance de Gabriel Lobo Laso de la Vega. Romancero de Durán, núm. 503. Alude Lope a dos ejemplos famosos de continencia, muy celebrados en el Renacimiento.

Item, que todo buen poeta, aunque no haya compuesto poema heroico, ni sacado al teatro del mundo obras grandes, con qualesquiera aunque sean pocas pueda alcanzar renombre de Divino, como le alcanzaron Garci Laso de la Vega, Francisco de Figueroa, el capitan Francisco de Aldana, y Hernando de Herrera.

" Desprecia las amenazas del Océano le dice César ; tu temor nace de que ignoras a quien conduces. Lánzate en plena tormenta: yo te protejo. Los dioses no me abandonan nunca. Esta barca conduce a César: tal carga la defenderá de las olas." Laso de la Vega cuenta este episodio en un romance, núm. 554, de Durán: "...Adelante pasa, Pues la fortuna de César En tu barca te acompaña."

Y fue, porque temió que no se alzasen, Siendo tantos y tales con Parnaso, Y nuevo imperio y mando en él fundasen. En esto viose con brioso paso Venir al magno ANDRES REY DE ARTIEDA, No por la edad descaecido ó laso. Hicieron todos espaciosa rueda, Y cogiendole en medio, le embarcaron, Mas rico de valor que de moneda.

Este inicuo, favorecido del corregidor, D. Francisco Garcia de Prado, correspondió á su benefactor con la mayor ingratitud, fraguando aquella trama, para usurpar el mando de las provincias de Chichas, Lipes, Cinti y Porco, aprovechándose de la fermentacion que habian causado los edictos y las diligencias de los comisionados del principal rebelde Tupac-Amaru, y los movimientos de las demas, que tambien obligaron al corregidor al acopio de algunas municiones, y á reunir en Tupiza el regimiento de milicias de este nombre, compuesto de cholos y mestizos, en que servia Laso, quien dió principio á sus ambiciosos y atrevidos pensamientos, el 6 de Marzo, aprovechando el acto de la revista, para conmover los ánimos de sus soldados y compañeros, que no tardaron en dejarse seducir, y sacudiendo las riendas de la obediencia, principiaron cuantos excesos les dictaba su antojo y sugeria el caudillo cuyo egemplo siguieron los indios circunvecinos y de la villa, creciendo el tumulto en tanta aceleracion, que desengañado Prado del ningun fruto que producian sus persuasiones y autoridad, no le quedó otro recurso que buscar el asilo de su casa con algunos de los suyos.

Resuelto á poner en práctica esta determinacion, despreció las instancias de cuantos le persuadian lo contrario, y superadas en su interior todas las dificultades que le representaban, ocultó las ideas que tenia determinadas, y trató solo de dar algunas horas de descanso á sus tropas, con el fin de conferir con el cura Iribarren el modo y medios que podrian emplearse para sorprender á Tupiza, residencia de Luis Laso de la Vega, cabeza principal del motin de aquella villa, y de todas las provincias inmediatas.

Porque el divino ingenio al levantado Valor de aquestos tres que el coche encierra, No hay impedirle monte, ni collado. Pasan volando la empinada sierra, Las nubes tocan, llegan casi al cielo, Y alegres pisan la famosa tierra. Con este mismo honroso y grave zelo, BARTOLOME DE MOLA, y GABRIEL LASO Llegaron á tocar del monte el suelo.

Miren si puede en la galera hallarse Algun poeta desdichado acaso, Que á las fieras gargantas pueda darse. Buscaronle, y hallaron á LOFRASO, Poeta militar Sardo, que estaba Desmayado á un rincon marchito y laso: Que á sus diez libros de Fortuna, andaba Añadiendo otros diez, y el tiempo escoge, Que mas desocupado se mostraba.