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5 Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, temió, y se turbó su corazón en gran manera. 6 Y consultó Saúl al SE

Doña Gertrudis se hallaba padeciendo un ataque fortísimo, del cual se temió que no saliese. Volvió en , pero fue para caer en seguida en otro. ¡Qué noche tan angustiosa! Don Máximo y la señora de Ciudad se quedaron con la pobrecita Marta para velar a la enferma. Ricardo tampoco quiso dejar la casa.

Imaginó al punto que la persona de quien andaba celoso Braulio era el Conde, de quien Beatriz le hablaba en su carta. Fuese como fuese, Paco temió una catástrofe. Pensó en que Braulio, o se iba a morir, o se iba a matar, o se iba a Leganés. A fin de evitarlo, si era tiempo, se puso inmediatamente en camino para Madrid. Braulio no le había dado señas, pero él le hallaría.

Andronico de las ventanas de su Palacio atento y con gusto miraba la pendencia cuando los Genoveses levemente fueron mal tratados, y algunos muertos, y con palabras mostró su ánimo mal afecto contra ellos; pero cuando vió que los Almugavares con su acostumbrado rigor iban degollando cuanto se les ponia delante, temió que todos los Genoveses de Constantinopla no muriesen aquel dia; cosa peligrosa para su conservacion, porque dependia de ellos la paz de su Imperio.

»Nada puede dar idea de la cólera y de la furia de aquel loco a la vista del hombre que le robaba el corazón en el cual se había prometido reinar; llenó la casa con sus amenazas y sus gritos, y no temió provocar a mi padre, cuya paciencia se agotó ante aquella nueva prueba de audacia.

Tengo por muy cierto, que este levantamiento fué fingido por Andronico, por dar alguna razon aparente para sacar los nuestros de Asia, de quien temió siempre, que acreditados con tantas victorias se alzarian con ella, negándole la obediencia, y para obligar más á Roger, le puso delante el peligro de su cuñado.

Temió que aquel estado de ánimo influyese desfavorablemente en su salud, y para prevenirlo metiole miedo. «Me ha dicho Quevedo que en estos días hay que tener mucho cuidado con usted, y que no le permitirá levantarse hasta la semana que viene. Cualquier disparate que usted hiciera podría sernos fatal. No le digo que lo haga por . ¿Qué caso hace usted de este pobre boticarín?

Y no porque la envidia o el orgullo fuesen causa de ello, que tales pasiones no tenían morada en aquel corazón generoso y sencillo, sino porque debido a las torpes murmuraciones villaverdinas o a presentimientos y recelos, muy naturales en una niña que ama y cree que es amada, la pobre Linilla temió, aun antes de corresponder a mi amor, que yo me prendara de Gabriela, cuya belleza y elegancia, no podían ser vistas sin interés por ningún mozo de mi edad. ¡Pobre niña infortunada!

Mas don Fernando, como astuto y discreto, se receló y temió desto, por parecerle que estaba yo obligado, en vez de buen criado, no tener encubierta cosa que tan en perjuicio de la honra de mi señor el duque venía; y así, por divertirme y engañarme, me dijo que no hallaba otro mejor remedio para poder apartar de la memoria la hermosura que tan sujeto le tenía, que el ausentarse por algunos meses; y que quería que el ausencia fuese que los dos nos viniésemos en casa de mi padre, con ocasión que darían al duque que venía a ver y a feriar unos muy buenos caballos que en mi ciudad había, que es madre de los mejores del mundo.

Pero nos sorprende que el autor de este drama no haya realzado el interés de una fábula tan nueva, envolviendo en el misterio desde luego la verdadera personalidad del falso Don Sebastián. Temió, acaso, si lo hiciera, mostrar algunas dudas acerca de la legitimidad de los títulos de Felipe II al trono de España. Luis de Benavente. El conde de Villamediana. Juan de Zavaleta.