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Soy un desengañado... ¿Sacrificarse por este pueblo? ¡Para lo que vale!... He pasado media vida rabiando de hambre y esperando la gorda.

El gobierno representativo; el gobierno de la razon ilustrada y de la voluntad libre, es muy hermoso en las páginas de las obras de derecho constitucional, y en los artículos de periódico; pero en la realidad no medran mas que la intriga, la inmoralidad, y sobre todo la impudencia y la audacia. Yo ya estoy desengañado, y he palpado bien aquello de: otros vendrán que me abonarán

El que no esperaba nada, el que estaba desengañado, triste hasta la muerte, era don Saturnino Bermúdez. «¡Así eran las mujeres! ¡así era singularmente aquella mujer! ¿Para qué amarlas? ¿Para qué perseguir el ideal del amor? O, mejor dicho, ¿para qué amar a las mujeres vivas, de carne y hueso?

Viéndose el corregidor desengañado, y cerciorado que procuraban quitarle la vida, se vió precisado á emprender la fuga para salvarla, y desde la misma casa de Herrera salió al campo, sin llevar prevencion alguna para el camino, y tomando el de Cochabamba, logró asilarse en la villa, capital de aquella provincia.

El, antes de retirarse al lugar después de la muerte de su padre para cuidar de la hacienda y hacer vida de labriego, desengañado y harto del estruendo de las grandes ciudades y de sus pompas vanas, había pasado mucho tiempo en Madrid, en cuya Universidad había hecho sus estudios, y hasta había viajado algo por Francia, Italia e Inglaterra.

, todo está igual; yo sólo soy diferente, yo sólo he variado; era un niño, soy un hombre; era un ingenuo, soy un desengañado y un melancólico. He vivido en medio de los acontecimientos, y los acontecimientos me han escamoteado la vida. Algunas veces me miro en el espejo y, al verme viejo y cambiado, me digo a mismo: ¡Ah!, pobre hombre. Tu juventud se fué.

¿Y no te importa? No, señor. La verdad es que una maldición no mata ni espanta. El caballero se coge la barba estremecida por la risa, una risa extraña, de viejo loco, desengañado y burlón. Don Pedrito requiere las riendas. ¡Déjeme pasar, padre! Antes dirás por qué no te importa mi maldición. ¿Te hace reir? No me hace reir....

Pero hacía ya algunos días que, desengañado tal vez, o por ventura para hacerse interesante, se dedicaba a una de las de Enríquez, que, con ser amiga y parienta de la condesita, le había recibido con los brazos abiertos. Entonces observé que ésta procuraba atraérselo de nuevo, prodigándole aquellas sonrisas cándidas y bellas de querubín con que le había enloquecido a él y a otros muchos.

Desengañado Marcilla, y convencido de que la falta de riquezas era el verdadero obstáculo para conseguir la mano de su adorada Isabel, informó a esta de la contestación que le había dado su padre, y la persuadió le concediera un plazo de cinco años, ofreciéndola «ir a treballar por mar y por tierra en hubie dinerosColocada Isabel en la amarga alternativa de renunciar a su pasión o de disgustar a su padre, otorgó a su amante el plazo que le pedía, y Marcilla partió para la guerra contra moros, confiado en la fidelidad y constancia de su amada, y decidido a todo trance en adquirir lo que le faltaba.

Se le escribió a don Carlos nada más que esto: que era preciso llevar consigo a Anita, pues si la niña no vivía al lado de su padre, corría grandes riesgos, si no estaba en peligro inminente, el honor de los Ozores. Don Carlos entonces no podía restituirse a la patria, como él decía. Pasaron años, pudo y quiso acogerse a una amnistía y volvió desengañado.