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Decíanme mis padres que en sola mi virtud y bondad dejaban y depositaban su honra y fama, y que considerase la desigualdad que había entre y don Fernando, y que por aquí echaría de ver que sus pensamientos, aunque él dijese otra cosa, mas se encaminaban a su gusto que a mi provecho; y que si yo quisiese poner en alguna manera algún inconveniente para que él se dejase de su injusta pretensión, que ellos me casarían luego con quien yo más gustase: así de los más principales de nuestro lugar como de todos los circunvecinos, pues todo se podía esperar de su mucha hacienda y de mi buena fama.

Poca gente halló el P. Visitador Zea en las Reducciones, porque apenas los indios habían levantado sus casas, y recogido algunas mieses para su manutención, cuando se partieron al punto á reconocer el país y sus confines y espiar las Rancherías de los infieles, porque ya que había sido costumbre antigua suya hacer guerra á los confinantas y tomarlos por esclavos, se valieron de eso los nuestros para dilatar la gloria de Dios y en provecho de aquellos infieles que vivían en las tinieblas de la muerte y de la infidelidad; persuadiéronles, pues, que fuesen por las Rancherías de los circunvecinos, pero sin causarles el menor daño ni en las vidas ni en la haciendas; antes bien, que con afabilidad y con otros buenos modos, les diesen noticias de Dios y de las cosas del cielo, enseñándoles el fin para que habían sido criados y vivían en el mundo, la necesidad de abrazar la ley de Cristo para ser eternamente felices, y que procurasen ganarse el afecto de alguno de ellos, para que sirviese de guía é intéprete á los Misioneros.

Este cálculo no debe parecer exagerado á los lectores, cuando he visto ayer en un periódico semi-oficial, que existen en circulacion cuatrocientos sesenta y tres ómnibus, trescientos sesenta y nueve para las varias carreras de Paris, y noventa y cuatro para los puntos circunvecinos.

Cuando por los meses de agosto, setiembre y octubre sube uno sobre las colinas, apercibe á lo léjos, sobre muchos puntos diferentes, la humareda producida sin duda por los fuegos de los salvages, que viven desconocidos hasta hoy, en esos lugares tan fértiles circunvecinos á Tumupaza.

Y, en viéndole, dijo su dueño: ''Ya me maravillaba yo de que él no respondía, pues a no estar muerto, él rebuznara si nos oyera, o no fuera asno; pero, a trueco de haberos oído rebuznar con tanta gracia, compadre, doy por bien empleado el trabajo que he tenido en buscarle, aunque le he hallado muerto''. ''En buena mano está, compadre -respondió el otro-, pues si bien canta el abad, no le va en zaga el monacillo''. Con esto, desconsolados y roncos, se volvieron a su aldea, adonde contaron a sus amigos, vecinos y conocidos cuanto les había acontecido en la busca del asno, exagerando el uno la gracia del otro en el rebuznar; todo lo cual se supo y se estendió por los lugares circunvecinos.

Es todo lo contrario del municipio romano, que reconcentraba en un recinto toda la población y de allí salía a labrar los campos circunvecinos. Existía, pues, una organización social fuerte, y sus benéficos resultados se hacen sentir hasta hoy y han preparado la civilización moderna.

Estaba fatigado y de mal humor: un paseo de una docena de millas en coche a través de los pueblos circunvecinos nada pintorescos, y por entre pequeñas y económicas casas de labranza y otros edificios del campo que molestaban su delicado gusto, había dejado a este caballero en un pésimo estado de ánimo. Habría incluso evitado a su taciturno posadero a no acecharle en la entrada misma del hotel.

El corregidor, ya fué que no dió asenso á los avisos de aquel religioso, ó porque penetrase su interior, no alteró sus providencias, de que nacieron continuos sobresaltos y cuidados: porque, resentido de esto, no cesó de esparcir en adelante funestas noticias, que amenazaban por instantes el insulto ofrecido por los indios circunvecinos.

Noticia individual de los Caciques, ó Capitanes Peguenches y Pampas que residen al Sud, circunvecinos á las fronteras de la Punta del Sauce, Tercero y Saladillo, jurisdiccion de la ciudad de Córdoba: como asimismo á la del Pergamino, Rayos y Pontezuela de la capital de Buenos Aires y Santa : el número que gobierna cada uno, y de los lugares y aguadas que ocupan, y distancias, los cuales se hallan situados sobre los caminos hollados; el de las Víboras descubierto por el Coronel D. José Benito de Acosta, y el Maestre de Campo D. Ventura Montoya en la expedicion que se hizo el año de 76, y el nuevamente descubierto, llamado el de las Tunas, por los Maestres de Campo Diego de las Casas y D. Ventura Echeverria, en la presente expedicion, y año de 79.

Y en todas las calles, en todas las casas, en todos los rincones suena el afanoso y sonoro tac-tac del martillo sobre la horma. Los domingos, todos estos hombres, un poco encorvados, un poco pálidos, dejan sus mesillas terreras y se disgregan en grupos numerosos y alegres por los pueblos circunvecinos. Los labriegos miran absortos y envidiosos a sus antiguos compañeros.