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Madrid 10 de abril 1638: «Jueves cumplió años el Rey; con gran gusto de toda la corte se hicieron muchas alegrías en Palacio, y luego á la noche uvo Comedia y SaraoAvisos históricos de D. José Pellicer y Tobar.

Así la tenía más cerca de Bilbao. Allí se había convencido de que no le engañaban los misteriosos avisos.

Del campo de los enemigos se echaron flechas escritas y otras con pólizas de avisos para que estuviésemos apercibidos que querían dar asalto.

Los avisos anunciaban que el miércoles 18 de mayo de 1881, a la 1 p. m. tendría lugar, en la sala de audiencia del Tribunal civil de Souvigny, la venta del dominio de Longueval, dividido en cuatro lotes: 1.º El castillo de Longueval y sus dependencias, lindos estanques, vastos canales, parque de ciento cincuenta hectáreas, todo cercado de pared y atravesado por el río Lizotte.

Todas las noches se tocaba entredicho, por los repetidos avisos de que entraban los indios á destruir la villa, ocasion que aprovechaban los cholos para continuar robando cuanto podian, hasta el 18 de Marzo, en que se verificó; amaneciendo en las cimas de los Cerros de San Felipe y la Tetilla de 6,000 á 7,000.

Para el caso de que despues de repetidos anuncios y avisos no hubiese quien se presentase á reclamar, deberian fijarse bases y reglas para pasar al tesoro esos bienes, por no ser ni útil ni provechoso á nadie que tales fondos existan como abandonados y sin dueño, y enteramente muertos como lo están.

Además en 1779 se declaró la guerra entre España e Inglaterra, y reiterados avisos de Europa afirmaban al nuevo virrey que la reina de los mares alistaba una flota con destino al Pacífico.

Los Españoles viejos muy ancianos, Con su cabello blanco y barbas canas, A la importuna muerte ya cercanos, Cansados de sufrir cosas tiranas, Echaban á monton juicios vanos, Y fingiendo esperanzas muy cercanas, Formaban el remedio deseado, Y así crecia la pena y el cuidado. Los clérigos y frailes muy á prisa Avisos para España despachaban.

El virrey Abascal, que había recibido varios avisos de que grupos del pueblo se preparaban a armar un motín para libertar al sentenciado, rodeó la plaza con tropas reales y milicias cívicas. La excitación no pasó de oleadas y refunfuños, y el verdugo Pancho Sales llenó tranquilamente sus funciones.

Estas curiosas coincidencias me impresionaron de una manera inexplicable, y desde entonces miro a los prácticos como aves de mal agüero. Ahora bien, ¿quién obtendría el New York Herald, después del capitán? Cuestión grave. El lobo se encerró en su cuarto, y creo que, no sólo leyó hasta los avisos el muy miserable, sino que corrigió hasta las faltas tipográficas.