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Esta idea que no aplicaba con entera fe a los demás, la creía evidente en lo que a ella misma le importaba; estaba segura de que Dios le daba de cuando en cuando avisos, le presentaba coincidencias para que ella aprovechase ocasiones, oyese lecciones y consejos.

Luz, siguiendo la conversación y no hallando en su memoria un motivo real y verdadero de donde derivar el enlace lógico de tantas y tan singulares coincidencias, convino con su amigo, al volver éste sobre lo ya tratado, en que cuando Dios infundía ciertos sentimientos en un corazón, bien podía infundirlos iguales en otro, si entraba en sus designios que ambos corazones se encontraran, por apartados que estuvieran, para formar uno solo...

Eran líneas cortas é iguales, comenzadas con mayúsculas: John Bull rimaba también.... Tantas coincidencias me desesperaban: aquel hombro mudo era, pues, mi sombra, y esto que el silencio no entra en mis hábitos de vida. En el Grao de Valencia, al dia siguiente, el Inglés desembarcó en una lancha y yo en otra.

No se dan todos los días, en situaciones semejantes, coincidencias de ese calibre. Ello fue que me pasé las horas muertas desmenuzando la insinuación inesperada del médico y sometiéndola, por fragmentos impalpables, a la fuerza de un análisis escrupuloso.

Ahora habrá que atender á una palabra, despues á un hecho; aquí se habrá de examinar una señal, mas allá se habrán de cotejar dos ó mas coincidencias.

Su hijo Mohammed ocupa el trono: para él y para todos sus consejeros son tambien meras coincidencias casuales las señales tremendas con que el Omnipotente ha hablado á los opresores.

Rosa sonrió tristemente. Por último, otro día la halló con un brazo en cabestrillo sobre un pañuelo anudado a la garganta. Aquella vez se había caído viniendo de la fuente con una herrada en la cabeza. Andrés quedó preocupado. No acertaba a explicarse tantas coincidencias; pero como no tenía dato alguno que pudiese suministrarle explicación más verosímil, pronto se disiparon sus cavilaciones.

El milagro y el verdadero Dios eran incompatibles. Había coincidencias providenciales, que al hombre piadoso debían servirle de advertencias saludables, emanadas de Dios, traídas por la naturaleza. No era un milagro que se hubiesen equivocado los médicos que antaño le habían condenado para siempre a la esterilidad de su mujer; no era un milagro que Emma pariese ya cerca de los cuarenta años.

Para que todas estas coincidencias no le hubiesen advertido desde un principio, para no haber tenido antes un íntimo presentimiento de esa posible paternidad, era necesario haber estado ciego o muy preocupado. Preocupado, efectivamente, estuvo por sus quimeras matrimoniales, por la egoísta infatuación que le había hecho creer en la posibilidad de casarse con la propietaria de Rosalinda.

A pesar de cuanto queda dicho, a pesar de ciertas impropiedades e inverosimilitudes en los pormenores, y a pesar de varias coincidencias que sobrevienen demasiado a propósito para que parezcan fortuitas, como la imprevista aparición del torero en una grave ocasión en que salva a Ramona del trance más vergonzoso y desastrado, La sima está planeada y escrita con tal arte, que su lectura interesa, atrae y seduce, aunque en vez de deleitar aflija, acabando por descorazonar, si no tuviésemos el recurso de reflexionar que todo es fingido y falso, que todo es amañado, exagerado y teratológico, y no ordinario y corriente, por fortuna.