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En el carruaje iban dos jóvenes que llevaban trajes iguales de viaje, muy elegantes, pero muy sencillos. Cuando el carruaje se encontró ante la verja del jardín, el cochero detuvo los caballos y dirigiéndose al cura, dijo: Señor cura, estas señoras os buscan. Luego, volviéndose a sus clientas: Ahí tenéis al señor cura de Longueval. El abate Constantín se aproximó y abrió la pequeña puerta.

No había hombre más caballero que Juan en el mundo, y el dinero de Bettina le causaba horror, verdaderamente horror. Desde el 25 de junio un mundo de gente invadió Longueval. Madama Norton llegó con su hijo Daniel Norton, y madama Turner con su hijo Felipe Turner, y ambos jóvenes formaban parte de la famosa cofradía de los treinta y cuatro.

Dos años después, Juan salió el primero en la Escuela de Fontainebleau, lo que le daba el derecho de elegir uno de los puestos vacantes. Había uno en el regimiento acuartelado en Souvigny, y Souvigny distaba tres kilómetros de Longueval; Juan pidió este puesto y lo obtuvo.

¿Cuándo te llevo a Longueval? . Dentro de diez días. No quieren ver a nadie, por el momento. ¿Entonces, no volverás a Longueval antes de diez días? ¡Oh! iré hoy a las cuatro. ¡Pero yo no soy nadie! ¡Juan Reynaud, el ahijado del cura! Por eso he penetrado con tanta facilidad en la confianza de estas dos preciosas mujeres; me presenté bajo el patronato y con la garantía de la iglesia.

Partiré mañana y no volveré a Longueval mientras ella esté ahí. Mi resolución está tomada, bien tomada. Pero continuó su camino; quería verla... por última vez. Apenas entró al salón, Bettina corrió a recibirlo: ¡Al fin llegasteis!... ¡Qué tarde! He estado muy ocupado. ¿Y partís mañana? , mañana. ¿Temprano? A las cinco de la mañana.

Pertenecía al concejo municipal, y votó por que conservaran a las hermanas que querían echar de la escuelaEsto conmoverá a San Pedro, que responderá: «Bueno, entonces, pasad, Bernardo, pero tened entendido que es por darle gusto al señor curaPorque allá arriba todavía seréis cura, y cura de Longueval. Sería demasiado triste el Paraíso para vos si no fuerais cura de Longueval.

Ya no bautizaría él a los niños nacidos en Longueval, y la capilla del castillo, donde tantas veces había dicho misa, se vería transformada en oratorio protestante, y oiría la palabra glacial de algún pastor calvinista o luterano. En medio de toda esta gente consternada, desolada, sólo Pablo parecía estar radiante.

Quiero que vayáis a comer con nosotras, la primera vez que vengamos a Longueval, y vos también, señor... los cuatro solos, como hoy. ¡Oh! no rehuséis, tengo tanto gusto en invitaros. Y nosotros más en aceptar, señora respondió Juan. Os escribiré anunciándoos el día. Vendré lo más pronto posible, para que estrenemos juntos el castillo.

Los avisos anunciaban que el miércoles 18 de mayo de 1881, a la 1 p. m. tendría lugar, en la sala de audiencia del Tribunal civil de Souvigny, la venta del dominio de Longueval, dividido en cuatro lotes: 1.º El castillo de Longueval y sus dependencias, lindos estanques, vastos canales, parque de ciento cincuenta hectáreas, todo cercado de pared y atravesado por el río Lizotte.

Un mes después, el 12 de septiembre, a mediodía, Bettina con el más sencillo traje de novia, atravesaba la iglesia de Longueval, mientras que colocada detrás del altar la banda del 9.º de artillería tocaba alegremente bajo las bóvedas de la vieja iglesia. Nancy Turner solicitó el honor de tocar el órgano en tan solemne circunstancia, pues el pequeño armonium había desaparecido.