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Apenas el hermano Zea se vistió la sotana de la Compañía, cuando haciéndose cargo de las nuevas obligaciones que con ella había contraído, procuró dar á ellas entero cumplimiento; y como si empezara de nuevo el camino de la virtud, se miraba en las virtudes de sus connovicios, observando cuanto en ellos era digno de ser imitado para copiar en mismo la perfección de todos.

Murió el año de 715; no se sabe el día, pero se cree fué su muerte á los últimos de Noviembre, en edad de 40 años y 21 de religión, en que había entrado á 1.º de Octubre de 1694. Fúndase una Reducción nueva y el P. Juan Bautista de Zea emprende la Misión de los Zamucos.

La segunda Reducción que se fabricó fué la de San Rafael, distante de la otra diez y ocho días de camino hacia el Oriente, escogiendo y señalando el sitio para ella los PP. Juan Bautista de Zea y Francisco Hervás, á fines de Diciembre del año de 1696 y trayendo á ella algunos Tabicas y Taus y otros que habían ya prometido al P. Arce que abrazarían nuestra santa ley, llegaban á mil las almas, aunque la peste que hubo luego se llevó gran parte de ellos; con que á instancia de los mismos indios se volvió esta Reducción á su antiguo sitio, que era muy á propósito para el intento de los nuestros, que deseaban establecer el comercio de estas Reducciones con las de los Guaranís por el río Paraguay.

Vuelve el P. Lucas Caballero á los Manacicas II 27 Vuelven á intentar los Misioneros convertir á los indios Zamucos II 245 Zamucos; indios convertidos por el P. Juan Bautista de Zea II 146<b Se imprimió por primera vez, según algunos bibliógrafos, en Amberes, por Verdussen, en 1726.

»Puse por nombre á este bosque el Purgatorio, para que quien los años siguientes viniere á este país en busca de almas, sepa cuánto le han de costarHasta aquí el P. Zea.

Entrado ya el año de 1691, partieron los PP. Juan Bautista de Zea y Diego Centeno por el río Guapay, á cultivar el nuevo pueblo de la Presentación, y el P. Arce al valle de las Salinas, á donde acudió gran número de infieles, de los cuales muchos se le mostraban aficionados y otros le mostraban mal rostro, señal de lo que maquinaban en su corazón, que era darle muerte, como lo hubieran ejecutado á no haberles disuadido de tan malvado intento los indios de Tariquea.

Ya es tiempo de que volvamos á atar el hilo de la historia, interrumpida con esta larga, bien que útil digresión, y en primer lugar á dar una vista á la Reducción de San Juan Bautista, para pasar después á hablar por extenso de las trabajosísimas Misiones que en estos años emprendió á gloria de Dios y bien de las almas, el Apostólico P. Juan Bautista de Zea.

Su creencia era que D. Eugenio había recibido de altas regiones la misión de desunir a los liberales y enzarzarlos en disputas sin fin; pero no podía fácilmente averiguarse si el impulso partía del cuarto de María Cristina o del gabinete ministerial de Zea Bermúdez.

Increíble fué el júbilo que tuvo el santo varón, no cesando de dar gracias, y exhortándonos con las lágrimas en los ojos á que hiciésemos lo mismo, entonó las letanías de Nuestra Señora; y llegando poco después al lugar donde el día antecedente había dicho misa el P. Juan Bautista de Zea, nos juntó á todos, y más con lágrimas que con palabras, nos agradeció tantos trabajos como habíamos pasado por él, y que toda su vida se acordaría de nosotros.

Llegó, pues, de vuelta de los Zamucos al pueblo de San Juan á 26 de Octubre de aquel mismo año de 1718 y luego participó las noticias de todo lo referido en este capítulo al Padre Visitador de aquellas Misiones, Juan Patricio Fernández, quien atribuyendo á singular misericordia de Dios y á los méritos y sudores del apostólico P. Zea que aquellos bárbaros estuviesen tan deseosos del santo bautismo y tan contentos y prontos á dejar sus tierras hizo luego despachar los dos Zamucos que trajo el P. Miguel de Yegros, con aviso al cacique de que se fuese con todos sus vasallos á las tierras de los Cucarates, porque en breve se partiría allá el P. Miguel con el hermano Alberto Romero.