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Llegado junto á su cuerpo, que poco antes había dejado, no le pareció más que una disforme masa de barro y se maravillaba consigo mismo y no acababa de creer que aquél era en quien poco antes ejercitaba todas las operaciones y facultades naturales, y no cesaba de lamentarse y quejarse con sus compañeros, sino que éstos, sonriéndose, le dijeron: Aquí conocerás qué cosa eres , cargado de esta vil y hendionda materia.

Únicamente el calor espeso, pegajoso, húmedo, con su perfume picante de hulla, denunciaba la presencia del gran misterio de los tiempos modernos: la engendración del movimiento en el seno del metal. Isidro se maravillaba de la sencillez con que estas máquinas gigantescas cumplían su función.

Se maravillaba de que hubiera habido tales escenas; y sobre todo, de que se hubiera dejado inducir á casarse con él. Consideraba eso el crimen mayor de que tuviera que arrepentirse, así como haber correspondido á la fría presión de aquella mano, y haber consentido que la sonrisa de sus labios y de sus ojos se mezclara á las de aquel hombre.

Creíase que eran muy mal adquiridas muchas cosas de mérito que se admiraban en su casa, particularmente obras de arte; y maravillaba el lujo de raterías que se daba por empleado para apoderarse de ellas. ¡Y esta mujer tenía un caudal enorme y era espléndida en sus gastos! Hay muchas almas de alquimia que tienen roñas así.

»Quedaron deste acuerdo el impertinente y el traidor amigo; y, vuelto Anselmo a su casa, preguntó a Camila lo que ella ya se maravillaba que no se lo hubiese preguntado: que fue que le dijese la ocasión por que le había escrito el papel que le envió.

Y, en viéndole, dijo su dueño: ''Ya me maravillaba yo de que él no respondía, pues a no estar muerto, él rebuznara si nos oyera, o no fuera asno; pero, a trueco de haberos oído rebuznar con tanta gracia, compadre, doy por bien empleado el trabajo que he tenido en buscarle, aunque le he hallado muerto''. ''En buena mano está, compadre -respondió el otro-, pues si bien canta el abad, no le va en zaga el monacillo''. Con esto, desconsolados y roncos, se volvieron a su aldea, adonde contaron a sus amigos, vecinos y conocidos cuanto les había acontecido en la busca del asno, exagerando el uno la gracia del otro en el rebuznar; todo lo cual se supo y se estendió por los lugares circunvecinos.

En ellos se inspiraba, sin duda, mi tía para sus narraciones. La tía Úrsula solía contar la cosa más insignificante con una solemnidad tal, que me maravillaba. Ella me llenó la cabeza de naufragios, islas desiertas y barcos piratas. Sabia más que la generalidad de las mujeres, y, sobre todo, que las mujeres del país.

Sin salir del colegio sabía también cuanto ocurría en Madrid, hasta interioridades de familias que a nadie importaban; pero, por lo visto, para las madres no había secretos; así que, los domingos de salida, don Luis se maravillaba escuchando a su hija cosas que él no oía ni a los murmuradores del Casino.

No podía apartar su pensamiento de la persona que un poco más arriba, en la misma casa, había dejado de existir aquella mañana, y se maravillaba de notar en su corazón sentimientos que eran algo más que lástima de la mujer sin ventura, pues entrañaban tal vez algo de compañerismo, fraternidad fundada en desgracias comunes.

El inspector general se maravillaba además de que ese muchacho, tan superior en aspiraciones y en cultura a su propia familia, no manifestaba ese estúpido respeto social que hace que ciertos hijos de burgueses rápidamente enriquecidos se avergüencen de las ridiculeces de sus padres.