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Además, el aislamiento en que vivía, apartaba de ella todo otro objeto que hubiese podido disputar a aquel la preferencia. Don Modesto no estaba en edad de figurar en la palestra de amor; Momo, además de ser extraordinariamente feo, conservaba toda su animosidad contra Marisalada, y no cesaba de llamarla Gaviota; y ella le miraba con el más alto desprecio.

El viento, dócil vehículo, la subía y la bajaba según su deseo, andando siempre, y pasaban valles, ríos, montes, colinas, pueblos, sin parar nunca. En su viaje, la pluma no cesaba de admirar cuanto veía. Los pájaros pasaban cantando junto á ella; las mariposas se detenían, mirandola con asombro, no acertando á comprender si era cosa viva o un objeto arrastrado por el viento.

Gonzalo, en el medio del salón, mostrábase también alegre, departiendo cuándo con una, cuándo con otra dama. Había bailado con su cuñada un rigodón, y una polka y un vals con dos amigas de su esposa. Sudaba copiosamente. No cesaba de limpiarse la frente con el pañuelo. Su gran figura de coloso, descollaba como una torre por encima de todas las cabezas.

Delirando, cuando la metía en su horno de martirios la fiebre, no cesaba de nombrar lo que de tal modo ocupaba su espíritu, y todo era golpear tambores, tañer zambombas, cantar villancicos.

Al hacer la corte a la madre evitaba el comprometer a la hija y su causa no perdía, al contrario, por ser defendida por un tercero. Con su imprudencia ordinaria, la buena señora no cesaba de hablar de «aquel buen don Raúl», y era imposible a la conciencia más timorata alarmarse lo más mínimo por sus asiduidades.

En aquellos tiempos, el repertorio de sus ideas se había enriquecido con una, muy firme, que no cesaba de manifestar en todas las ocasiones. «Nada, nada decía ; este D. Amadeo es una persona decente». Cuando el reloj dio las doce, retirose D. José, dejando La Correspondencia sobre la mesa, para que la leyera Melchor, que entraba siempre alrededor de las dos.

Hablábase mucho en los apretados corrillos; oíanse los lamentos de los que ya nada esperaban y de los que temían, y no faltaba quien, para desvanecer tristes presentimientos, hiciera risueños cálculos; pero siempre flotaba sobre el llanto y las conversaciones, como respuesta á una pregunta que no se cesaba de hacer, esta frase: ¡Todas están allá!

Y como el perro no cesaba de gruñir de un modo hostil a la niña mendiga, Juanito le dijo: Esta tarde tu mal humor es insufrible, Fortuna; te he dicho que te calles. La niña, sin dejar sus dolorosos lamentos, se encaminó en dirección al puente. Juanito, Polonia y Fortuna la siguieron. A la derecha del camino había una rampa que conducía al cauce del barranco. Por allí bajaron todos.

Los concurrentes cantaron, bailaron, bebieron, gritaron; y no faltaron los chistes y agudezas propias del país. La tía María iba, venía, servía las bebidas, sostenía el papel de madrina de la boda, y no cesaba de repetir: Estoy tan contenta, como si fuera yo la novia. A lo que fray Gabriel añadía indefectiblemente: Estoy tan contento, como si fuera yo el novio.

Por no qué fútil motivo, riñó con Marcial, intimándole la inmediata salida de la casa; también dijo terribles cosas a su marido; y durante la comida, aunque éste celebraba todos los platos con desusado calor, la implacable dama no cesaba de gruñir.