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24 y yéndose, le topó un león en el camino, y le mató; y su cuerpo estaba echado en el camino, y el asno estaba junto a él, y el león también estaba junto al cuerpo. 25 Y he aquí unos que pasaban, y vieron el cuerpo que estaba echado en el camino, y el león que estaba junto al cuerpo; y vinieron, y lo dijeron en la ciudad donde el viejo profeta habitaba.

Hasta se atrevió a emplear una metáfora tan nueva como atrevida, comparando el suicida, al desertor que abandona su puesto sin permiso de su cabo. El auvernés, que no había tomado nada en las últimas veinticuatro horas, parecía bien aferrado a su idea. Permanecía inmóvil y terco ante la muerte, como un asno ante un puente.

9 Su dimensión es más larga que la tierra, y más ancha que el mar. 10 Si cortare, o encerrare, o juntare, ¿quién le responderá? 11 Porque él conoce a los hombres vanos; y ve la iniquidad, ¿y no entenderá? 12 El hombre vano se hará entendido, aunque nazca como el pollino del asno montés. 13 Si preparares tu corazón, y extendieres a él tus manos;

-No hay para qué, señor -respondió Sancho-, tomar venganza de nadie, pues no es de buenos cristianos tomarla de los agravios; cuanto más, que yo acabaré con mi asno que ponga su ofensa en las manos de mi voluntad, la cual es de vivir pacíficamente los días que los cielos me dieren de vida.

Sancho se puso tras su asno, y con él se defendía de la nube y pedrisco que sobre entrambos llovía.

Hubo grandes diferencias entre mis padres sobre a quién había de imitar en el oficio; mas yo, que siempre tuve pensamientos de caballero desde chiquito, nunca me apliqué ni a uno ni a otro. Decíame mi padre: "Hijo, esto de ser ladrón no es arte mecánica, sino liberal. Quien no hurta en el mundo, no vive. Muchas veces me hubieran llevado en el asno si hubiera cantado en el potro.

Luego imaginó don Quijote que aquél era el dueño del cojín y de la maleta, y propuso en de buscalle, aunque supiese andar un año por aquellas montañas hasta hallarle; y así, mandó a Sancho que se apease del asno y atajase por la una parte de la montaña, que él iría por la otra y podría ser que topasen, con esta diligencia, con aquel hombre que con tanta priesa se les había quitado de delante.

Eppie se dio cuenta de que su conducta era observada; sin embargo, el observador no era más que un benévolo burro que pacía con una traba atada a la pata, un asno apacible que no criticaba desdeñosamente las debilidades humanas, y que, por el contrario, se felicitaba cuando se lo admitía a compartirlas haciéndose rascar cuando podía.

Dijo más, que saliendo por la puente de Alcántara, dándole los muchachos priesa con la demanda de la cola, se había apeado del asno, y dando tras todos, alcanzó a uno, a quien dejaba medio muerto a palos; y que queriéndole prender se había resistido, y que por eso iba tan mal parado.

De aquí sacarán mis huesos, cuando el cielo sea servido que me descubran, mondos, blancos y raídos, y los de mi buen rucio con ellos, por donde quizá se echará de ver quién somos, a lo menos de los que tuvieren noticia que nunca Sancho Panza se apartó de su asno, ni su asno de Sancho Panza.