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14 Y cuando la llevaban, la persuadió que pidiese a su padre tierras para labrar. Entonces Caleb le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo. 17 Y fue Judá a su hermano Simeón, e hirieron al cananeo que habitaba en Sefat, y la asolaron; y pusieron por nombre a la ciudad, Horma. 18 Tomó también Judá a Gaza con su término, y a Ascalón con su término, y a Ecrón con su término.

A Belarmino le gustó la voz expeditivo, y la almacenó en la memoria, a fin de meterla en la horma, ensancharla y darle un significado espacioso, nuevo y conveniente. ¿Da usted su palabra? pidió el Padre Alesón. , señor reverendo. Y que sea lo que Dios quiera. Que me place oírle esa expresión devota: que sea lo que Dios quiera. Dios querrá lo mejor. Hasta mañana, amigo mío.

En Lucban, las niñas no juegan, pues todas trabajan: la niña limpia, estira y prepara las fibras del burí, el cabo-negro y el buntan, con las que la hermana arma, y la madre teje finísimos sombreros, petacas, salacots, guardavasos, petates, tampipis, y hasta unos pantalones, si le dan horma, tiempo y dinero, y digo esto, porque ya se ha hecho un chaleco, tejido con la fibra del burí.

Aquellos años de lectura al azar y sin los escrúpulos y temores de estudiante, abatían sordamente muchas de sus firmes creencias; rompían la horma que los amigos de la madre habían metido en su pensamiento; le hacían soñar con una vida grande, de la que no tenían ni noticias los que le rodeaban.

¡Tregua, Tristán! exclamó Roger apresuradamente. Me voy, antes que ser ocasión de una lucha. Cállate, muchacho, le contestó su amigo, arremangándose y mostrando los hercúleos brazos. Mal año para si esta gentuza no ha dado con la horma de su zapato. Hazte á un lado y verás cómo les arde el pelo.... ¡Acercaos, mandrias! ¡Venid á trabar conocimiento con los puños de Tristán de Horla, bellacos!

El tronco era realmente un tronco, un leño robusto, asentado sobre cuatro patas, más ancho por la grupa que por los pechos, y sobre ellos se levantaba una tabla ancha y delgada, a manera de cuello, en donde encajaba, con juego articulado y la planta hacia arriba, una horma de hierro, que vista de perfil era enteramente una cabeza de caballo.

Haces muy bien, hija mía dijo, y su voz tomó de pronto un sonido metálico, como una trompeta de guerra, haces muy bien en atender a tu pobre hermana enferma, pero puedes marcharte, tu presencia es inútil ahora; soy yo quien va a quedarse aquí. «Espérate, ahora mismo vas a encontrar la horma de tu zapato» exclamé mentalmente.

Un día se dijo: «Ya soy remendón de portal», y se le llenó el alma de gozo, como si hubiera conseguido al fin una posición firme, largo tiempo anhelada. Trabajaba con intervalos: los ratos de trabajo, cada vez más leves, y los intervalos, cada vez más largos. En estos intervalos leía, apoyando el libro sobre la horma de hierro, y tomaba notas en el cuadernito de hule.

Pero don Eleazar ha encontrado la horma de su zapato; mientras sus agentes, divididos en dos bandos que operaban en sentido contrario, preparaban su golpe, él no contaba con que en esta tierra del papel-moneda, una nueva emisión es asunto de poca monta, y la cuerda tirante con que él tenía presos a sus deudores, se ha aflojado; la nueva emisión se ha hecho y he aquí que la baja más espantosa se ha operado.

Porque quiero hacerte sabidor, Sancho, que no afrentan las heridas que se dan con los instrumentos que acaso se hallan en las manos; y esto está en la ley del duelo, escrito por palabras expresas: que si el zapatero da a otro con la horma que tiene en la mano, puesto que verdaderamente es de palo, no por eso se dirá que queda apaleado aquel a quien dio con ella.