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Tendré que irme decía Ulises con vacilación . Me esperan en Barcelona: no tengo noticias... ¿Qué será de mi buque?... Ella, que le escuchaba con aire distraído, no queriendo entender sus tímidas insinuaciones, respondió una tarde categóricamente: Se acerca el momento de que cumplas tu palabra, de que te sacrifiques por . Luego podrás marcharte á Barcelona, y yo... yo iré á juntarme contigo.

Sintió curiosidad y sorpresa, se levantó y encaminó sus pasos hacia la salita donde tenían las camas, y vió á Soledad inclinada sobre el baúl, apretando la ropa con las manos. ¿Qué haces? ¿No lo ves? El baúl replicó ella con voz firme sin volver la cabeza. El guapo quedó suspenso un instante. ¿Para marcharte? Eso mismo. Nueva pausa. Bien, hija.

Buenos y recordándote sin cesar... ¡No sabes cuánto llora la tía Felicia! ¡No será más que yo! exclamó sordamente la joven. Hubo algunos momentos de silencio. ¿Cuándo piensas marcharte? Mañana bien temprano. ¿Y te ibas sin darme aviso de que estabas aquí? Nolo vaciló y dijo sonriendo melancólicamente: Pensaba que no te importaría mucho el verme.

Desde mañana empezaré á ocuparme en los preparativos de mi vuelta á la corte. ¡Cómo! exclamó apesadumbrado don Silvestre. ¿Serás capaz de marcharte? Y lo más pronto que me sea posible. Ya sabes cuáles eran mis ilusiones al llegar á tu casa; ya viste hasta qué punto me aproveché de ellas, y también te son notorios los esfuerzos que he hecho por conjurar los tristes efectos de mi desengaño.

Pero, en fin, hoy la tantearemos otra vez. Como quiera que sea, su sermoncito no hay quien se lo quite. Y por si viene pronto... quedamos en que de diez a once... debes marcharte ya, no sea que te pille aquí. Después de un rato de silencio, la Delfina dijo con resolución: «Yo no me voy». ¡Hija, qué me dices!... ¿Estás loca? Yo no me voy. Me esconderé en la alcoba. Quiero oír lo que diga...

Empezó por pronunciar algunas frases corrientes de felicitación y en seguida, seguro de que nadie le veía más que ella, dijo secamente: Vas á marcharte á tu casa y á esperarme. Dentro de media hora iré. Da orden de que me reciban. Lea bajó la cabeza y respondió: Obedeceré. Está bien.

Y si no te conviene, lo que puedes hacer es marcharte; puedes ir otra vez a navegar. Y la Cashilda, mientras decía esto, le miraba a Recalde sonriendo, con sus ojos azules. Recalde, el terrible Recalde, comprendió que allí no estaba en su barco, y se fué a navegar.

Dulce es, entre todas las dulzuras, zambullir el pensamiento en la idea de Dios, adorarle, contemplarle, confundirnos ante su presencia como granos de polvo ó frágiles plumas que somos las criaturas Vientecillo, puedes marcharte, que yo me quedo aquí para toda la vida. ¡Cuán feliz soy

Haces muy bien, hija mía dijo, y su voz tomó de pronto un sonido metálico, como una trompeta de guerra, haces muy bien en atender a tu pobre hermana enferma, pero puedes marcharte, tu presencia es inútil ahora; soy yo quien va a quedarse aquí. «Espérate, ahora mismo vas a encontrar la horma de tu zapato» exclamé mentalmente.

Hasta me pareció oír que mi hija deslizaba al oído de Antoñita esta palabra: ¡Perdón! »Después, Magdalena pareció reunir sus fuerzas para preguntar: » ¿No vas a aguardar a Amaury? ¿Vas a marcharte sin despedirte de él? » ¿Despedirme? ¿Qué necesidad hay de eso, si hemos de volver a vernos de aquí a dos o tres semanas? Hazlo en mi nombre, que eso le gustará más.