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La pobrecilla temía llegar tarde: había visto desde allá arriba el grimpolón azul, y por él había presumido que estaba el Flash atracado al muelle; y estando atracado al muelle, sería para salir a navegar por alguna parte... «Pues buena ocasión», se había dicho entonces. «Puede que Leto quiera llevarme»; y hala, hala, hala... ¡qué ira le daba aquel pedazo de camino tan escondido del muelle, donde era inútil hacer una seña o dar una voz! ¡Y si entre tanto se largaba el yacht? ¡Y ella que tenía tantas ganas de darse otro paseo en él!

Por lo cual, para navegar en tiempo de seca desde Cuyabá al Xaurú, y pasar á Mattogroso, se hallan los portugueses necesitados á dar una grande vuelta, bajando al rio de los Porrudos, y por este al rio Paraguay, por el cual vuelven á subir mas de sesenta leguas hasta la boca del Xaurú.

Al dejar el pais de los Guarayos, me embarqué y anduve ocho dias bogando sobre las aguas del San-Miguel, cuyas márgenes se ven cubiertas ya de altos bambúes ya de palmas motacúes. El rio se halla bien encajonado por todas partes; así es que las embarcaciones de todo tamaño pueden navegar allí fácilmente en todo tiempo.

Pasamos así horas, inmóviles, en el mismo sitio. La languidez de la tarde había acabado con mi impaciencia. Serían las cinco o cinco y media cuando el mar comenzó a rizarse con olas redondas, blandas, que fueron tomando anchura y cuerpo con rapidez. El chico se subió por el palo del patache, como una ardilla, a arreglar una polea. El viento volvía de nuevo; comenzamos a navegar despacio.

Sólo con navegar por sus aguas los vientos truécanse en abrasadores, áridos, acarreando el hambre y la muerte. Tantas observaciones dispersas sobre las corrientes del aire, de las aguas, las estaciones, los vientos, las tempestades, quedaban como una tradición en la memoria de los pescadores y los marineros, perdiéndose las más de las veces, bajando á la tumba con ellos.

Nada, nada, querido: cuando a un muchacho le cae sobre la cabeza un suestazo de éstos, es menester arriar de salto las escotas y dejarle navegar a bolina desahogada. estás requemado al parecer... bueno, pues refréscate... Pero ten en cuenta que ni llevas rumbo seguro, ni obras como caballero. ¡Tío! Más claro que yo, el agua, querido.

Al embarcarnos en el muelle de la ciudad, á bordo de un bonito vapor, comenzamos á navegar el lago de Constanza propiamente dicho, que los alemanes llaman Boden-See. En breve tuvimos á la vista el angosto golfo que se prolonga hácia el N.-E., haciendo un abra en el territorio de Báden, con el nombre particular de Uberlinger-See.

El puerto de la Colonia del Sacramento es algo mejor, por razon del asilo que recibe de la isla de San Gabriel y la tierra mas alta, pudiendo los navios anclar cerca de la playa; no obstante lo cual está demasiado abierto, y espuesto á los vientos, y tiene algunas peñas y escollos, siendo absolutamente necesario un buen piloto para navegar por él con seguridad.

Sin duda no hubiera tardado mucho en zozobrar por segunda vez, pues no es posible navegar con medios más débiles y de una manera más peligrosa que lo hacen esos seres. Mucho temen la playa, donde hay tantos objetos duros que las hieren, y en pleno mar á cada momento el viento las voltea.

Apolonio comenzaba a engolfarse en el negro ponto de las empresas mercantiles. Cierto que iba viento en popa; pero Belarmino, viendo navegar la nave de su afortunado rival, pensaba, con sentimiento lastimoso: «¿Cuánto durará la bonanza? Un guiño de ojos. Te embestirán las tormentas. Te veré vacilar y bailar sobre las olas, como un cojo sin muletas.