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¡Qué día! exclamó melancólicamente Fernández, disimulando el legítimo orgullo que el recuerdo de sus proezas le causaba . A eso de las ocho de la mañana vi salir de la oficina al capitán D. Luis Daoiz.

Entonces, ¿nosotros...? preguntó melancólicamente el músico. Nosotros estamos abajo y hemos nacido para víctimas. El juego es una imagen de la vida: los fuertes triunfan sobre los débiles. Spadoni quedó pensativo. Yo he visto dijo jugadores ricos que acaban arruinándose como los demás...

Debía pasar gran parte del año lejos de sus naranjos, pensando melancólicamente en el ambiente tibio y perfumado de los huertos, mientras se subía el cuello del gabán o se envolvía en la capa, saltando de un golpe del ardor de los caloríferos del Congreso al frío seco y cruel del invierno en las calles de Madrid. Nada notable había ocurrido para él durante aquellos ocho años.

Al cabo de unos instantes, la joven devota, que miraba melancólicamente al agua, dijo con ímpetu reprimido: Cuánto daría porque se rompiese la cadena que sujeta esta barca y la corriente me llevase muy lejos... ¡muy lejos!... donde no viese nada de lo que he visto hasta ahora, donde todo lo que imaginara se realizase al instante... ¡Ah!

El pobre, pobre es pronunció melancólicamente... . te quedarás pobre, y el señorito se irá riendo... Y a esta idea, sintiendo renacer su furor chilló : Sácateme de delante, indina, que te mato: si te dieron palabras, que te las cumplan. Amparo se agachó, y salió temblando.

Doña Luz estaba en su cuarto, acababa de volver de misa, y había rezado con fervor por el alma del P. Enrique, en quien de continuo y tierna y melancólicamente pensaba, cuando entró Juana, la doncella, y dijo: Señora, un forastero quiere hablar con usía. ¿Su nombre? Don Gregorio Salinas. No le conozco. ¿Qué facha tiene? Más bien buena que mala. Viene muy decentemente vestido, aunque de viaje.

He aquí la segunda noche que paso en este miserable cuarto, contemplando melancólicamente mi apagado hogar, escuchando, con estupidez, los rumores monótonos de la calle, y sintiéndome en medio de esta gran ciudad, más solo, más abandonado y más próximo á la desesperación que el náufrago que lucha en medio del océano sobre su roto pino. ¡Basta de cobardía!

Siempre que don Pablo Aquiles volvía de la oficina, éste era el tema favorito de conversación con su hermana; sentado al lado de la lumbre, cuando había leña, y mirando melancólicamente los pajarracos de la pantalla de chimenea, cuando ésta estaba apagada.

Su educación tuvo la culpa. ¡Pobre mujer!... La habían criado para vivir en la riqueza, y la riqueza huyó siempre de ellaLuego, en sus últimas líneas, el viejo maître afirmaba melancólicamente: «Murió pensando en usted y un poco en ... Nosotros hemos sido los últimos hombres de su existencia

Buscó en la lista los platos mejores, aquellos cuyos nombres leía melancólicamente las noches que entraba en el establecimiento sin otro capital que una peseta. ¡Viva la abundancia! Comió a su antojo de lo más caro, tomó café, y hasta hizo que le trajesen de la Tabacalera de la calle de Sevilla un cigarro habano de los mejores. Había que solemnizar el suceso.