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Es un ángel, mi ángel guardián. ¿Qué es necesario hacer para curarla? Dígamelo y obedeceré como un esclavo. Señor duque, lo que necesita la señora duquesa es una vida tranquila y fácil, sin emociones, y, sobre todo, sin privaciones; un régimen suave, alimentos escogidos y variados, una casa cómoda, un buen coche...

Llegábamos á la meseta de la escalera: el señor Laubepin, cuyo cuerpo se encorva un poco cuando camina, se enderezó bruscamente. En lo que concierne á los acreedores, señor Marqués me dijo lo obedeceré con respeto. Por lo que á concierne, he sido el amigo de su señora madre, y suplico humilde y encarecidamente á su hijo, que me trate como á un amigo.

Don Juan insistió: Pues dime que nos veremos. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¡Cristeta, no sabes cómo estoy! Una vez..., te lo prometo...; quédate aquí, no me acompañes más..., y luego ten prudencia y no me sigas. Te obedeceré..., lo que quieras...; pero júrame que nos veremos pronto, que no me has olvidado por completo.

Mandadme lo que queráis y obedeceré como una esclava; pero no me mandéis a la cárcel. Elena... Laura... estoy a vuestros pies. ¡Oh! ¡tened piedad de , no rechacéis mi súplica! Mathys, al ver a la condesa a los pies de la joven, también se puso de rodillas y se arrastró temblando hasta donde estaba Marta. Imploró su piedad con las manos juntas, y los ojos llorosos.

Empezó por pronunciar algunas frases corrientes de felicitación y en seguida, seguro de que nadie le veía más que ella, dijo secamente: Vas á marcharte á tu casa y á esperarme. Dentro de media hora iré. Da orden de que me reciban. Lea bajó la cabeza y respondió: Obedeceré. Está bien.

Son sacrificios que impone Dios para la conservación del mundo: exigencias de la vil materia... Obedeceré, Padre, ¡pero cuánto me cuesta! ¡qué repugnancia, Dios mío!... El «

-Yo soy contento de hacer lo que dices, Sancho hermano -replicó don Quijote-; y cuando veas coyuntura de poner en obra mi libertad, yo te obedeceré en todo y por todo; pero , Sancho, verás como te engañas en el conocimiento de mi desgracia.

Golfín? dijo acercándose en línea recta. Aquí estoy repuso Golfín seriamente. Creo que debe usted ponerse la venda y retirarse a su habitación. Yo le acompañaré. Me encuentro perfectamente.... Sin embargo, obedeceré... Pero antes déjenme ver esto. Observaba la manta y entre las mantas una cabeza cadavérica y de aspecto muy desagradable.

Seré buena hija. Obedeceré á mi madre. Ella sabe mejor que yo lo que me conviene. Don Fadrique no se atrevió á replicar ni á hacer un discurso subversivo de la autoridad materna. Á poco volvieron á reunirse, en un solo grupo los cuatro. Antes de entrar de nuevo en la ciudad, D. Carlos se despidió del Comendador y de las dos señoritas, y se fué por otros sitios.

La que tendrá usted de ... sin duda me desprecia, me considera indigna de usted... Y tiene razón prosiguió vivamente; yo me veo tal como soy, me conozco... y quisiera, si esto fuera posible, no volver a tener por qué sonrojarme a los ojos de usted y a los míos. El Conde la contempló un instante con asombro, y le dijo: La obedeceré, querida niña; haré lo que desea.