United States or Mexico ? Vote for the TOP Country of the Week !


El señor Laubepin no cesaba de clavar en su mirada penetrante y equívoca, en tanto que su esposa tomaba, al ofrecerme cada plato, el tono doloroso y lastimero que se afecta cerca del lecho de un enfermo. En fin, nos levantamos y el viejo notario me introdujo en su gabinete, donde al momento se nos sirvió el café.

Se había dejado la puerta del salón entreabierta y me fué inevitable oir estas palabras pronunciadas por el señor Laroque con el tono de bondad, aunque un poco irónico que le es habitual: ¡Vaya, vaya! no se puede comprender á Laubepin, que me anuncia un muchacho de cierta edad, muy sencillo, muy juicioso, ¡y que me envía un señor como éste!

Además el señor Laubepin, aunque reconociendo todo lo que mi solicitud tenía de legítimo respecto al artículo personal, se había mostrado obstinadamente parco de informes y detalles á este respecto. No obstante, al partir me había entregado una nota confidencial recomendándome la quemara luego que me hubiera servido de ella.

Si á mi vez he cometido un crimen, yo responderé de él... Pero esta lucha me ha destrozado y ya no puedo más. 4 de octubre. El señor Laubepin llegó, en fin, ayer noche. Vino á apretarme la mano. Estaba preocupado, brusco y descontento. Hablóme brevemente del matrimonio que se preparaba.

El señor Laubepin que debe partir mañana al amanecer, volvió esta noche á despedirse de . Después de algunas palabras embarazosas de parte á parte: ¡Ah, mi querido niño! me dijo no le interrogo sobre lo que aquí pasa: pero si tiene usted necesidad de un confidente y un consejero, le pediría la preferencia. Yo no podía efectivamente desahogarme en un corazón más amigo, ni más seguro.

Después de un cambio de ceremonias, de saludos y de reverencias interminables, tomaron las sillas que les presenté y ambos se pusieron á contemplarme con un aire de grave beatitud. Y bien pregunté ¿se terminó? Se terminó respondieron al mismo tiempo. Muy bien añadió la señorita de Porhoet. Maravillosamente agregó el señor Laubepin, añadiendo después de una pausa: El Bevallan se fué al diablo.

El señor Laubepin se levantó; sus espesas pestañas cayeron sobre sus ojos, y recorrió la habitación á grandes pasos durante algunos minutos; luego, deteniéndose ante , y tomándome la mano con fuerza: Joven me dijo es cierto, le amo como á un hijo; pero aun cuando debiera despedazar su corazón y el mío con el suyo, jamás transigiré con mis principios.

¿Cómo, señor, qué es lo que hacemos en este momento? ¿Es esto un contrato ó un testamento? ¿Olvida usted que la señora de Laroque vive, que su padre vive, que se casa, señor, pero que no hereda? ¡Un poco de paciencia; qué diablo! A estas palabras la señorita Margarita se levantó. Basta ya dijo; señor Laubepin, arroje usted al fuego ese contrato.

Yo no podía asistir á esa fiesta, y bendije mi herida que me libraba de semejante suplicio. Escribía á mi querida Elena, á quien me esforzaba más que nunca á ofrecer mi alma entera, cuando á eso de las tres de la tarde, entraron en mi cuarto el señor Laubepin y la señorita de Porhoet.

Esta señora, tratada con mucho favor por el señor Laubepin, cuando la calificaba simplemente de espíritu agrio, no me inspira ninguna simpatía.