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Todos se habían sentado y veían con admiración al valiente muchacho cortar, despedazar, empinar el codo, mirar luego a Luisa y a su madre con ojos tiernos, y contestar a unos y otros sin perder bocado.

Los más pacíficos huían por las sendas, volviendo atrás la cabeza con malsana curiosidad; los demás seguían inmóviles, puestos á la defensiva, capaz cada uno de despedazar al vecino sin saber por qué, pero no queriendo ser el primero en la agresión.

Como si aquel movimiento hubiera soltado las traíllas a la furia popular, veinte o treinta energúmenos, hombres y mujeres, rompiendo la fila de los soldados, se precipitaron sobre el brasero para despedazar a la infiel. En cambio, los que querían verla morir en las llamas prorrumpieron a un tiempo en el mismo grito de protesta: ¡No la matéis! ¡No la matéis!

Y así tiene que ser, pues como carecen de garras para despedazar a su presa, han de tragársela entera. Así tardan mucho tiempo, hasta una semana a veces, en deglutirla. El pitón que había sorprendido al chino era de los mayores, pues no tenía menos de veintidós pies de largo.

Pero entre los quejidos de tórtola el viento volvía a bramar sacudiendo la enramada, volvía a rugir el huracán, estallaba el trueno y un sarcasmo cruel y grosero rasgaba el papel como el cielo negro un rayo. «¡Y por quién dejaba Ana la salvación del alma, la compañía de los santos y la amistad de un corazón fiel y confiado...! ¡por un don Juan de similor, por un elegantón de aldea, por un parisién de temporada, por un busto hermoso, por un Narciso estúpido, por un egoísta de yeso, por un alma que ni en el infierno la querrían de puro insustancial, sosa y hueca!...». «Pero ya comprendía él la causa de aquel amor; era la impura lascivia, se había enamorado de la carne fofa, y de menos todavía, de la ropa del sastre, de los primores de la planchadora, de la habilidad del zapatero, de la estampa del caballo, de las necedades de la fama, de los escándalos del libertino, del capricho, de la ociosidad, del polvo, del aire.... Hipócrita... hipócrita... lasciva, condenada sin remedio, por vil, por indigna, por embustera, por falsa, por...» y al llegar aquí era cuando furioso contra mismo, rasgaba aquellos papeles el Magistral, airado porque no sabía escribir de modo que insultara, que matara, que despedazara, sin insultar, sin matar, sin despedazar con las palabras. «Aquello no podía mandarse bajo un sobre a una mujer, por más que la mujer lo mereciera todo.

¿Qué sois de esa comedianta que se llama Dorotea: padre, amigo, amante, marido?... Esa misma pregunta me han hecho hace poco, y he contestado: soy su perro, su perro valiente, que por lo mismo que Dorotea es desgraciada, la guarda; capaz de despedazar la mano del rey si toca á esa mujer. ¡Sois, pues, su padre! No, pero es lo mismo. ¡Esa mujer es amante del duque de Lerma! ; , señora.

Más de uno te he visto morder y despedazar con tus uñas y tus dientes, en los momentos en que el buen tono cede el paso a la pasión y a la sociedad. buscas la felicidad en el corazón humano, y para eso lo destrozas, hozando en él como quien remueve la tierra en busca de un tesoro. Yo nada busco, y el desengaño no me espera a la vuelta de la esperanza.

Pelearon los Turcos con desesperacion, viendo á sus ojos despedazar y degollar á sus más caras prendas, de gente que ni aún por el nombre conocían. Alcanzose cumplidísima victoria, dejando en el campo muertos de los Turcos tres mil caballo, y diez mil infantes.

El señor Laubepin se levantó; sus espesas pestañas cayeron sobre sus ojos, y recorrió la habitación á grandes pasos durante algunos minutos; luego, deteniéndose ante , y tomándome la mano con fuerza: Joven me dijo es cierto, le amo como á un hijo; pero aun cuando debiera despedazar su corazón y el mío con el suyo, jamás transigiré con mis principios.

No puede ser mayor la crueldad, que despues de haber vencido y muerto su contrario, degollar y despedazar los vencidos, en quien no pudiera haber resistencia, despues de perdida su cabeza, en admitir á Rocafort, y obedecelle; pero su soberbia y arrogancia fué tanta que no hacia ya la guerra á sus enemigos, sino á su propia naturaleza, y solicitaba á los Turcos, y Turcoples para que inhumanamente acabasen todos los del vando de Berenguer, sin excepcion alguna de persona.