United States or Solomon Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ha sido una suerte que Zoraida llamase... He pasado unos días de pena muy íntima, tanto que tal vez hubiese concluido por desahogarme, por decirle toda la verdad... Que lo quiero como a un hermano... o todavía más que a un hermano. Ya llegaban. Se paró: Por eso voy a pedirle una cosa, un favor... escuche, no entremos todavía. No dejen pasar tanto tiempo sin venir, usted y Adriana.

Toda mi felicidad podía venir a tierra si a mi esposa le faltaba un poco de aplomo en el cerebro. «¿Será una mujer casquivana?», me preguntaba con miedo. Y cada vez la observaba con más atención, interpretaba escrupulosamente sus menores actos y palabras y me perdía en un mar de cavilaciones. Al cabo no pude menos de desahogarme.

Esperé a Paca a la salida de la Fábrica, pero no logré verla. Isabel tampoco parecía por casa de Anguita. Con Villa no quise desahogarme, porque temía que lo echase a broma. ¡Para bromas estaba yo! Por fin, una noche llegó Isabel a la tertulia, y en la mirada larga e intencionada que me dirigió comprendí que algo grave tenía que decirme.

Don Paco no ha parecido le dijo . Mi corazón presiente mil desventuras. No te atormentes contestó la madre ; don Paco parecerá. ¿Qué puede haberle sucedido? ¿Que yo? Nada te he dicho, mamá; hasta hoy me lo he callado todo. Ahora necesito desahogarme y voy a confesártelo. Soy una mujer miserable, indigna, necia. Pude tenerlo por mío y le desdeñé.

En cuanto a lo de que mi hermano pudiera propasarse conmigo, añadió sonriendo como guapo amenazado mire Vd., tampoco a me faltan bríos. La descarada sonrisa del cura y su ademán de amenaza, sacaron de quicio a Millán. No necesita Vd. insistir en ello: conozco esa mansedumbre perfectamente sacerdotal. ¡Caballero! Hombre, casi me alegro de que me haya usted dado ocasión de desahogarme.

Basta, Julio, basta, en estas cosas está demás razonar... Déjame desahogarme... Si ella fuese de esas criaturas inconscientes, pura irreflexión, pura coquetería, todo lo que hace sería cien veces más perdonable. Pero no, es inteligentísima, más que cualquiera de sus amigas. No, no es una irreflexiva; por el contrario, parece que siguiera el hilo de mis ideas y adivinara todo lo que pienso.

El señor Laubepin que debe partir mañana al amanecer, volvió esta noche á despedirse de . Después de algunas palabras embarazosas de parte á parte: ¡Ah, mi querido niño! me dijo no le interrogo sobre lo que aquí pasa: pero si tiene usted necesidad de un confidente y un consejero, le pediría la preferencia. Yo no podía efectivamente desahogarme en un corazón más amigo, ni más seguro.

Bien sabe Dios respondió Clara, que deseo desahogarme contigo, depositar en tu amistoso corazón el secreto de mi infortunio, confiártelo todo; pero yo misma no me comprendo sino de un modo imperfecto, y lo que de misma comprendo está tan enmarañado, que no encuentro palabras para explicártelo. Siento la razón y causa de todas mis acciones, y no las percibo bien para exponerlas. Quiero, no obstante, sincerarme y tratar de probarte que no es absurda mi conducta. Voy á ver si lo consigo. Yo he amado, yo amo aún á D. Carlos de Atienza. Yo detesto á D. Casimiro. Esto es verdad; pero mi amor por D. Carlos y mi odio á D. Casimiro no han tenido jamás la suficiente energía para hacerme arrostrar la cólera de mi madre, declarándole que amaba al uno y odiaba al otro. Así, pues, te aseguro que durante meses he estado resignada á sofocar en mi alma el naciente amor á D. Carlos y á casarme con D. Casimiro para ser una hija obediente. Hubiera yo preferido á todo ser esposa de Cristo; pero me consideraba indigna. Para ser mujer de D. Casimiro me sentía con fuerzas. Yo esperaba vencer mi fatal inclinación á D. Carlos, y, logrado esto, ser modelo de casadas: cuidar al achacoso D. Casimiro, y hasta quererle, imponiéndome como deber el cariño. Hallándome de esta suerte, nuevos y extraños sentimientos han combatido mi alma y han hecho que mi espíritu dude más de . Me he llenado de terror. En mi humildad, no me he creído digna ni de ser mujer de D. Casimiro. Me he espantado de mi flaqueza, de la perversidad de mis inclinaciones, y entonces he pensado en refugiarme en el claustro. Juzgándome menos digna que antes de ser esposa de Cristo, he pensado en la infinita bondad de aquel Soberano Señor, padre de las misericordias, y he comprendido que, aun siendo yo indigna de todo, podía acudir á

Tenía los cinco mil en el bolsillo concluyó Jacinto, y bien podía desahogarme; si todo esto les digo antes, de seguro no me los dan. Quilito, muy contrariado, replicó: Sobre el mismo tema me han regalado hoy una sonata destemplada en casa. ¿Quién será el inventor de esa zoncera? Ni yo miro a tu hermana, ni ella a .