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En una palabra: aquella señora, obediente a las instrucciones del tutor, su hermano, toleraba cuanto podía contribuir a que las jóvenes tuviesen fama de coquetas e insustanciales, y en cambio desarrollaba un mal humor inaguantable y una astucia increíble apenas surgía la posibilidad de que un hombre ganara terreno en el corazón de Susana.

A semejanza de los niños que rompen los juguetes para ver lo que tienen dentro, él, obedeciendo quizá a una predisposición poco vulgar, pretendía que se le diese explicación de todo; así que, para negarle lo que pedía, era preciso, al menos, simular un razonamiento, convencerle, con lo cual quedaba tranquilo y obediente.

El rudo maestro alemán era un ser infantil, voluble y tornadizo, pronto a palmotear ante un nuevo juguete. Leonora, consultando su pasado, se reconocía capaz de haber llegado hasta la vejez sumisa a él, obediente a todos sus caprichos y nerviosidades.

Acerca del carácter y costumbres de cada uno de ellos se extendió considerablemente; la hermanita era muy buena niña, amable y obediente; pero los chicos insufribles; todo el día gritando, ensuciando la casa y peleándose. Tenían, además, un hermano, que era el primo que había sido su novio; éste ya era bachiller y se estaba preparando para entrar en el colegio de Artillería.

5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en el Cristo Jesús; 6 que siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios; 7 sin embargo, se anonadó a mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y hallado en la condición como hombre, se humilló a mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte del madero.

Entonces, obediente a una seña de su amo, Benigno escanció otro largo chorro de sol embotellado en la copa del estanquero, quien sin perder la serenidad, habló de este modo: No quiere usted entenderme... Usted parte un pelo en el aire...; pero yo, aunque no he recibido cierta educación, tampoco soy negao.

Mire usted siguió la niña, asiendo de un flexible mimbre y divirtiéndose en coronarse con la obediente rama , ¡a que no es usted capaz de creer que su tristeza se me va pegando, y que también yo me hallo así... no cómo, preocupada, vamos! Diera... lo que no por verle contento y... natural, como son todos los hombres. Usted no tiene el mirar ni la cara como los demás, Don Ignacio.

7 Un bobo hace ciento, con loa. 8 La gitanilla de Madrid. 9 Amparar al enemigo. 1 El Austria en Jerusalén, de D. Francisco de Bances Candamo. 2 El sol obediente al hombre, de D. García Aznar Vélez. 3 El duelo contra su dama, de D. Francisco de Bances Candamo. 4 Qué es la ciencia del reinar, de D. García Aznar Vélez. 5 Venir el Amor al mundo, de D. Melchor Fernández de León.

Vió enfrente al príncipe, que parecía mucho más alto; vió el agujero negro de su arma, y sobre este agujero un ojo de glacial ferocidad escogiendo un punto en su persona para enviar la bala obediente. Y con una arrogancia maquinal giró sobre sus talones, para no permanecer de perfil, ofreciendo todo el ancho de su cuerpo. Los cuatro padrinos no vieron esto.

Además debía ser linda, distinguida, bien educada, obediente y piadosa. Huberto, que trataba a muchas señoritas, comenzaba a desesperar de encontrar la mujer soñada por su madre, cuando, en Etretat, halló este ideal en María Teresa.