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Suene el lindo sacabuche, pues nuestro bien consiste. Pastores, ¿no es lindo chiste? ¿Qué pudiera decir más -me dijo- el mismo inventor de los chistes? Mire qué misterios encierra aquella palabra pastores: más me costó de un mes de estudio. Yo no pude con esto tener la risa, que a borbollones se me salía por los ojos y narices, y dando una gran carcajada, dije: ¡Cosa admirable!

El brillo primitivo de aquel estilo y el genio verdadero de su inventor, pudieron deslumbrar momentáneamente al mayor número; pero la posteridad se encargó bien pronto de desvanecer su aureola, y el gongorismo arrastró desde entonces su trabajosa existencia entre sus partidarios, que se elevaban recíprocamente hasta las nubes como si fueran grandes poetas, aunque por lo demás sin adquirir importancia ni lugar preferente en la república de las letras.

Conviene también tener presente que nuestro poeta ha mejorado, en casi todas estas obras dramáticas, los materiales ajenos de que ha dispuesto, pudiendo llamársele su segundo inventor, y que aquello, que en los escritos de sus antecesores aparece sólo como un esbozo, lo ha pulimentado artísticamente de un modo admirable, borrando sus desigualdades y transformando casi siempre en flor bellísima capullos informes.

Otro autor, contemporáneo de los anteriores, esto es, de los que vivieron hacia 1570, y que, según parece, tuvo también fama, fué el granadino Cosme de Oviedo, inventor de la costumbre de anunciar por carteles el título y los personajes de las comedias, que habían de representarse .

Tenía los cinco mil en el bolsillo concluyó Jacinto, y bien podía desahogarme; si todo esto les digo antes, de seguro no me los dan. Quilito, muy contrariado, replicó: Sobre el mismo tema me han regalado hoy una sonata destemplada en casa. ¿Quién será el inventor de esa zoncera? Ni yo miro a tu hermana, ni ella a .

Cuando estaba en Gaeta vi a los suizos, que son la guardia del Papa; pero ninguno me dijo ser él el inventor. Si yo hubiese sido Su Santidad prosiguió la tía María , hubiese premiado al inventor con una indulgencia plenaria. Siéntate, saladilla mía, que tengo hambre de verte. No contestó María , me voy. ¿Dónde has de ir que más te quieran? dijo la tía María.

El origen de las religiones se pierde en la noche de los tiempos: allí donde hay hombres, allí hay sacerdote, altar y culto. ¿Quién seria ese inventor, cuyo nombre se habria olvidado, y cuya invencion se habria difundido por toda la tierra, comunicándose á todas las generaciones? Si la invencion tuvo lugar entre pueblos cultos, ¿cómo se logró que la adoptasen los bárbaros y hasta los salvajes?

Por la noche, aquél me vino a pedir que consintiese poner en mi cuarto otra cama para un joven que acababa de llegar de Málaga. ¡Pero, hombre de Dios, si apenas puedo revolverme yo! Pues no había más remedio. El inventor tenía o decía tener con aquel joven un compromiso ineludible, y se empeñaba, con humildad, , pero también con firmeza, en que se pusiera la cama.

Llega después un hombrecillo torvo y desaliñado, tocado con un chapeo raído que cubre su calva de santo, ancha y reluciente. Es un inventor desgraciado. Había trabajado día y noche en su taller, renunciando a los holgorios de la mocedad, al regalo de la hembra y a toda dulzura de los sentidos. Empleó su pequeña fortuna en el trabajo y en el estudio, hasta obtener una nueva máquina.

Júpiter, aunque era tan desaforado y tan propenso á ponerse el mundo por montera, satisfaciendo su regalado gusto, elige para unirse á la ninfa Maya, haciéndola madre del dios de la elocuencia, inventor de la lira, alma de la danza, una noche obscurísima y un antro nemoroso y esquivo; y aun todavía, para ocultar mejor su unión á los dioses y á los hombres, les infunde antes dulce sueño.