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La luz de la luna, que se alzaba iluminando el paseo de las Filas y el mar, la hora y la temperatura envidiable de una noche de verano, incitaban a amantes efusiones, o siquiera a galanteos, y hasta el ruido de la concurrencia se brindaba a ser cómplice de tiernas palabras pronunciadas a media voz; así lo comprendía Baltasar, que acompañaba a las muchachas, inamovible al lado de Josefina, y haciendo, sin escrúpulo, que sus hermanas llevasen la cesta.

Recuerdo como pronunciadas las palabras que soñé para dichas por ella junto a mi oído; la imaginación se finge las amorosas respuestas, la memoria quiere engañarse a sabiendas, y los antojos de la fantasía se confunden con las reminiscencias de la realidad.... Ya no tendré estímulo para el bien, ni energía contra el mal.

Hallaba don Bernardo que su cara esposa reñía demasiado con los criados y a voces, que sus frases de cortesía eran siempre las mismas y pronunciadas en retahíla como una lección, que daba confianza a cualquier amiga y la iniciaba sin reparo en los asuntos domésticos, que no observaba, en fin, con las personas que frecuentaban la casa, aquella dignidad y reserva, aquel sosiego imponente propios de una perfecta señora.

En esta faena y brega estaban entretenidas las pronunciadas, sin reparar que el sol calentaba más de lo justo y que ya eran casi las once de la mañana, cuando un rumor contenido, temeroso, leve al principio, se propagó entre el concurso cayendo como lluvia helada sobre el entusiasmo general, y causando notable descenso en los gritos y vociferaciones que coreaban el arranque de las piedras.

Bueno, crimen o disparate... o lo que sea, era una estupidez de todos modos, ¿sabes? porque enseguida se comprendería, por los síntomas, que se trataba de un envenenamiento. Aquellas palabras, pronunciadas con afectada ligereza, impresionaron aún más al conde que las anteriores. Desde entonces no podía acercarse a ella sin experimentar una extraña sensación de repugnancia. Su juventud pasó.

No, no me toque usted, mamá.... En sus oídos sonaban estas palabras como si acabasen de ser pronunciadas, y veía aún el gesto de repugnancia con que las había acompañado. ¿Qué cambio tan rápido era aquél, desde la adoración idolátrica a una repulsión instintiva? ¿Sabría algo su hijo?

Tenían las formas más pronunciadas que las hembras vizcaínas, con algo de voluptuoso y mórbido que hacía recordar el título de «Andalucía vasca», que muchos daban á Guipúzcoa; pero en su mirada había una expresión varonil y enérgica que hacía pensar en las fanáticas heroínas de la Vendée.

Y tengo para que el no haberme portado cual entonces lo hice hubiera sido una vergüenza, para un novicio como para cualquier otro hombre que se respete y que respete á la mujer.... Aquellas palabras colmaron la exasperación del abad, sobre todo pronunciadas como fueron con la sonrisa burlona que apenas había desaparecido un momento de los labios de Tristán desde el comienzo de su perorata.

Era no menos que montero de Espinosa del rey. A pesar de la ruda franqueza de su semblante, de formas pronunciadas y de grandes ojos negros, se comprendía en aquellos ojos que era astuto, perspicaz, y sobre todo arrojado y valiente, sin dejarse de notar por eso en ellos ciertas chispas de prudencia; vestía una especie de coleto verde galoneado de oro; en vez de daga llevaba á la cintura un largo puñal, al costado una formidable espada de gavilanes, calzas de grana, zapatos de gamuza, y sobre todo esto, una especie de loba ó sobretodo, ancho, con honores de capa.

Se detuvo después de estas últimas palabras, pronunciadas con la precipitación de un hombre que se apresura, y aquella expresión de pudor entristecido que sigue generalmente a las expansiones demasiado íntimas.